El sueño cumplido de Pinares

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El volante debutó con un gol y una gran actuación por la Roja, a la que llega después de un largo recorrido.




En diciembre de 2010, César Vaccia, entonces técnico de la selección Sub 20, entregó la lista con la veintena de jugadores que viajaría a Córdoba, Argentina, para participar en un hexagonal amistoso. La mayoría de las crónicas de entonces titula que César Pinares, el volante que ayer debutó con un golazo por la Roja, encabezaba la plantilla. Era la gran figura del equipo, en el que también estaban Nicolás Castillo y Álvaro Ramos. Pero la consolidación tardó un poco más. Incluso que la de sus compañeros.

El volante creativo era el único jugador de ese contingente juvenil que ya militaba en el extranjero. Pertenecía al Chievo Verona, de Italia, que lo había adquirido por las grandes condiciones técnicas que insinuaba.

En Colo Colo, donde se formó, aún lo recuerdan. Desde sus primeros pasos. Leonardo Véliz lo vio en una escuela de fútbol que los albos mantenían en Las Condes. Era la época en que el club daba sus primeros pasos gestionado por Blanco y Negro y el plan de trabajo en Macul, diseñado por Mirko Jozic, contemplaba nutrir las divisiones inferiores con jugadores captados en todas las comunas de la capital. "La escuela estaba a cargo de Carlos Marambio, quien me habló del chico Pinares. Me dijo que le pegaba muy bien a la pelota. El problema era que tenía mal carácter. Igual, Colo Colo se lo llevó junto a otros tres chicos. Siempre tuvo condiciones", sostiene el Pollo, ex alero de los albos y Unión Española.

Por el Cacique, Pinares alcanzó a debutar en un partido histórico. Fue el 5 de agosto de 2009, en Isla de Pascua, por la Copa Chile, frente a un combinado local. No tuvo más oportunidades.

La intervención de agentes cautivados por sus condiciones dio cabida al primer recorrido por Europa, aunque con poco éxito. En el Chievo sólo lo convocaron en dos ocasiones y no sumó minutos. Tuvo que partir al Triestina. En la escuadra de la tercera categoría peninsular encontró el rodaje que necesitaba: disputó 1.225 minutos en 19 partidos.

En 2012 volvió a Chile para defender a San Luis. Al año siguiente, Santiago Morning le abrió las puertas.

Iquique lo recluta en el segundo semestre de 2013. Es el momento del despegue. Pinares le retribuye aportando para la obtención de la Copa Chile de ese año. Al año siguiente vuelve, otra vez sin brillo, al Viejo Continente: lo ficha el Olympiakos Volou, de Grecia, donde juega apenas cinco partidos.

Al retorno, lo recibe Iquique. Dos buenas campañas en los Dragones Celestes lo catapultan, en 2015, a Unión Española. "Siempre me gustó. Antes, lo quise llevar a Arica. Cuando firmé en Unión, lo pedí de inmediato. Es un jugador agradable de ver: desequilibrante, de buena pegada. Un jugador típico de barrio. En Iquique no lucía mucho y, por lo mismo, no era caro. Lo ocupé en todos los puestos del mediocampo, por ambos perfiles", resume Fernando Vergara, quien lo llevó a Santa Laura, donde suma 28 partidos en los últimos tres torneos.

Ahora, es una pieza clave para Martín Palermo. Tanto que su rendimiento le abrió las puertas de la Roja, en la que ayer coronó un largo recorrido y, con 25 años, cumplió un sueño. El del pibe, como el propio Pinares lo definió.

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