Teodoro Obiang, el "último" dictador de África

Teodoro Obiang

El gobernante manda en Guinea Ecuatorial desde 1979, año en que derrocó a su tío con un golpe militar. Su país nada en petróleo, pero la mayoría es pobre. Tras la caída de Mugabe en Zimbabwe, Obiang es un sobreviviente.




Hubo una era en África en que sus dictadores no sólo les cambiaban el nombre a sus países y daban rienda suelta a su megalomanía, sino que gobernaban desde palacetes repletos de lujos y sirvientes. Mobutu Sese Seko (1965-1997) transformó el Congo en Zaire, amasó una fortuna de US$ 5 mil millones y con su característico gorro de leopardo se autoproclamó como el "salvador del pueblo". También el ugandés Idi Amin (1971-1979), conocido como "el caníbal de África", no le tembló la mano para conservar las cabezas de sus enemigos en el refrigerador de su casa, mientras que Jean-Bédel Bokassa (1966-1979) se declaró, ni más ni menos, "emperador" de la República Centroafricana.

Ni Mobutu, ni Idi Amin ni Bokassa siguen en el poder, pero hoy, en pleno siglo XXI, varios de su misma "estirpe" son amos y señores en países como Camerún, Uganda, Guinea Ecuatorial, República del Congo, Sudán, Eritrea, Ruanda y Zimbabwe.

En un giro inesperado, la semana pasada el Presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, de 93 años y gobernante de su país desde 1980, fue arrestado por la cúpula militar y el martes no le quedó otra que dimitir, luego de 37 años de "reinado" que dejaron un negro legado con sendas violaciones a los DD.HH.

Sin embargo, la caída de Mugabe no significa, en ningún caso, el fin de los dictadores africanos, aunque sí se piensa que puede tener algún efecto en los países cuyas poblaciones llevan décadas dominadas por el mismo líder. El caso más emblemático ocurre en Guinea Ecuatorial, una ex colonia española cuyo Presidente, Teodoro Obiang, gobierna desde 1979.

Ese año, Obiang lideró un golpe militar contra su tío, el entonces Presidente Francisco Macías Nguema y actualmente es el líder que lleva más tiempo en el poder en África. El jefe de Estado de este pequeño país de la costa oeste africana fue reelecto en 2016 con el 95% de los votos. Y en las legislativas del pasado 12 de noviembre, el partido de gobierno y sus aliados obtuvieron la totalidad de los 75 asientos del Senado y 99 de los 100 escaños de la Cámara de Diputados.

Obiang, de 75 años, gobierna un país de 1,2 millones de habitantes en el que dos tercios de la población vive en la pobreza extrema, con un ingreso per capita (GNI) de US$ 6.550. Además, el 20% de los niños muere antes de los cinco años. El Presidente cursó parte su carrera militar en Zaragoza, España, y alcanzó el grado de teniente coronel en 1979, el año que en que se hizo del gobierno.

Sus inicios al mando de Guinea Ecuatorial no fueron cosa fácil. De hecho, a comienzos de los 80 enfrentó varias intentonas golpistas. Pero en 1991 todo cambió, gracias al "maná del cielo", como llamó Obiang al descubrimiento de sendas reservas de petróleo. Así, el país comenzó a nadar en crudo y el mandatario aprovechó la bonanza para afirmarse en el poder, con la promesa de grandes inversiones en infraestructura, educación y salud. Al mismo tiempo, el ingreso per capita se disparó, pero se mantuvo la dseigualdad. Fue la casta gobernante la que se benefició.

De hecho, las promesas del jefe de Estado no se materializaron. Al contrario. Según Human Rights Watch, en los 2000 la corrupción escaló en prácticamente todos los niveles en Guinea Ecuatorial. En 2008, el ex embajador de Estados Unidos en el país africano, Frank Ruddy, llegó a calificar a Obiang de "asesino, torturador y ladrón".

Pero al gobernante aparentemente no le entran balas. Así, en 2013 se dio maña para ser recibido por el Papa Francisco en una audiencia privada y ya está confirmado como candidato presidencial para 2022. Ese año, cumplirá 80 años.

Ante su avanzada edad, Obiang ya tiene listo a su sucesor. Se trata de su hijo "Teodorín", de 47 años y conocido por sus colecciones de mansiones y autos de lujo. Actualmente, el hijo de Obiang ocupa la Vicepresidencia del país y en sus redes sociales posa con leones, mujeres, motos y su helicóptero privado.

También es adicto a las selfies en su cuenta de Instagram y le fascina subir fotografías de las fiestas en las que participa, desde Hawaii a Hong Kong. Pero en junio debió comparecer ante la justicia francesa, acusado de blanqueo de capitales y desvío de fondos públicos.

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