El trabajo de los que vienen de afuera

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La peluquería dominicana, el rol que cumplen las bolivianas en las regiones del norte, las dificultades de las mujeres negras y la precariedad laboral a la que se exponen los que vienen recién llegando. Fuimos a ver en qué se están ocupando los migrantes.




El martes en la mañana la colombiana Magda Barrera se encontraba en un lugar y situación en la que nunca se imaginó: leyendo un discurso ante la presidenta Michelle Bachelet en la graduación de su curso de asistente de cocina del programa proempleo del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM).

En su propio discurso, la mandataria defendió el papel de los migrantes en Chile y propuso modernizar el marco legal para recibirlos. De esta forma entregaba por fin la posición del gobierno frente a uno de los temas que promete marcar la agenda de las elecciones presidenciales de 2017, después de que Sebastián Piñera pusiera el tema en la mesa al llamar a endurecer la ley de inmigraciones.

Ajena a la discusión política, a Barrera, quien lleva seis meses en Chile, se le veía feliz y con proyectos. "Cuando llegué con mi familia, al no tener documentación para trabajar, nos tocó hacer lo que saliera. Como mi profesión es administración hotelera, trabajo en esa área, en la cocina lavando platos o haciendo camas como mucama en hoteles y moteles", cuenta. "Ahora ya estoy contratada por un lodge y luego vamos a poner un negocio en el sur con mi esposo. La idea es llevar a cabo una granja integral autosuficiente con la inclusión de personas con capacidades diferentes".

El sector servicios es el más comúnmente vinculado a la comunidad de extranjeros en Chile. "Con los migrantes no hay una inserción heterogénea en las distintas categorías de trabajo, sino que están más concentrados en determinadas categorías", dice Carolina Stefoni, investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado. Ella explica que el caso más paradigmático es el de las nanas peruanas. El Perfil Migratorio en Chile, que ella hizo en 2011, mostró que aproximadamente siete de cada 10 mujeres peruanas en Chile trabajan en el servicio doméstico. La socióloga explica que esto las ayuda a ganar un rubro, pero hace que las encasillen. "Hay un proceso de estigmatización. Si una mujer peruana llega a Chile lo más seguro es que la van a contratar de nana, independientemente de sus años de educación o su experiencia laboral previa", dice Stefoni.

La socióloga cree que el mismo caso colombiano –comunidad que según la última encuesta Casen superó a los argentinos como el segundo grupo más masivo en el país– es otro ejemplo de esta relación entre especialización y estigmatización. "En Antofagasta hay una valoración social muy alta. La gente dice que venden y atienden super bien, pero eso también es una estigmatización. No les das otras posibilidades de trabajo", agrega Stefoni.

Como los colombianos, hay otros grupos con fuerte presencia en regiones. Un ejemplo son los bolivianos, quienes cumplen un rol parecido en el servicio doméstico al que tienen las peruanas en la Región Metropolitana, pero en ciudades nortinas como Arica, Iquique o Antofagasta. Otra de las actividades de esta colectividad –la cuarta más grande, con el 10 por ciento de los migrantes en el país- en el norte son las labores agrícolas en valles como Azapa o Lluta. Stefoni dice que una de las particularidades de la migración boliviana en Arica y Tarapacá es que es "circular", es decir, gente que entra y sale, vendiendo y comprando productos, tal como lo hacían sus padres y abuelos.

De a poco, eso sí, los migrantes se atreven a aventurarse más allá de Santiago, Antofagasta o Iquique y han llegado a regiones como la VI y VII donde trabajan en el agro en verano y en servicios en invierno. Esto también es una señal de que quieren echar raíces. "Es lo que me dicen algunos inmigrantes: cuando se atraviesa la barrera de Santiago es porque ya te quieres quedar. Lo dicen metafóricamente: 'cuando vas bajando ya no puedes retroceder'", explica Daisy Margarit, directora de la Escuela de Trabajo Social de la U. Central y del Núcleo de Investigación en Migrantes de Facso, quien vincula el fenómeno con la saturación del mercado laboral entre Arica y la capital.

El caso argentino, en cambio, es especial porque son tan transversales en sus trabajos como la misma población chilena. Esto tiene mucho que ver con que sean menos discriminados que el resto de los latinoamericanos. Otro caso particular son los ecuatorianos –según la última Casen, la quinta comunidad en Chile, con el 6,5 por ciento de los extranjeros-. Gracias a acuerdos estatales, los profesionales de la salud de ese país pueden convalidar de forma automática sus títulos aquí. Esto se nota en los centros de salud y también en las cifras: en el informe sobre inmigración de Stefoni, los ecuatorianos son lejos la comunidad con mayor presencia en el ítem "profesionales, científicos e intelectuales", ya que el 44 por ciento de ellos está en esa categoría. "Son un ejemplo de cómo una política puede incidir en una buena inserción donde se aprovecha el capital de los migrantes", explica la investigadora.

Uno de ellos es el doctor Fernando Avilés, que llegó a Chile en 1993 con 33 años y un título de medicina interna para hacer una beca en enfermedades respiratorias en el Hospital del Tórax. Cuando la terminó ingresó a la Unidad Coronaria Móvil, donde aún trabaja y divide el tiempo con su consulta privada en La Florida.

Para el sacerdote Miguel Yaksic, director del Servicio Jesuita a Migrantes, lo lento y poco eficiente del sistema de convalidación de títulos es uno de los grandes problemas que tienen los migrantes al llegar. Lo ejemplifica con la graduación de esta semana: entre los nuevos panaderos y asistentes de cocina había personas que en sus países eran abogados y odontólogos. "Esto hace que los migrantes estén sobrecalificados para muchos empleos. Ellos están más escolarizados que los chilenos -12, 5 años versus 10, 8-. Hay una fuerza laboral que estamos desperdiciando porque el proceso de inclusión es engorroso", dice el sacerdote.

Pero esa no es la única traba, Yaksic recuerda el tope legal que establece que sólo el 15 por ciento de los trabajadores de una planilla pueden ser extranjeros y algunos empleos que simplemente no pueden ejercer, como nochero, conserje o guardia de seguridad. "Todos esos son proteccionismos antiguos que impiden que los extranjeros puedan contribuir con su trabajo al país", comenta.

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Augusto Chambers junto a su esposa.

Augusto Chambers junto a su esposa.[/caption]

Las etapas del viaje

Daisy Margarit cree que otro factor relevante para definir la actividad de los extranjeros es en qué etapa están: recién llegados, instalándose o ya consolidados. Los primeros son los que realizan tareas menos cotizadas. "Son trabajos en el servicios doméstico, en la construcción, comercio callejero, aseo o el rubro agrícola, trabajos muy precarios y con una temporalidad acotada", explica Margarit.

Para Stefoni, las migraciones haitianas y dominicanas son las más complejas en este sentido, ya que al ser las más recientes, y por la misma razón ser menos, aún no hay suficientes datos sobre ellos. "Trabajan como cargadores en La Vega, en el sector agrícola y en otros trabajos que no requieren ningún tipo de calificación, pero de manera muy informal. Trabajos muy inestables, esporádicos, sin contrato ni previsión social".

Según Margarit, las mujeres negras recién llegadas desde Colombia o el Caribe la tienen muy difícil: les cuesta encontrar trabajo y son rápidamente expulsadas a actividades más riesgosas, como el comercio sexual o los cafés con piernas. "Esto no quiere decir que todas las mujeres negras terminen ahí, pero sí que dificultada su inserción, la sociedad las empuja a sectores muchos más precarios", precisa la investigadora.

Por su parte, dominicanos y dominicanas han dado con un nicho: las peluquerías. Uno de los protagonistas de este fenómeno es Jordano Fermín, dueño de Jordano Barber Schop. Él vino en 2011 con 21 años desde el poblado de Esperanza y su primer trabajo fue una peluquería en el Persa Bio Bio. Recuerda que un día llegaron agentes de la PDI y como no tenían papeles ni contrato, los detuvieron a todos y los dejaron con firma mensual. "Yo no sabía que un peluquero necesitaba contrato, en mi país no es así", dice. Un año y medio después de esa experiencia se instaló en Estación Central y ya tiene dos locales. "Las peluquerías dominicanas han prendido porque le damos más dedicación al corte que los chilenos, nos dedicamos a hacer un buen trabajo", opina.

Para Margarit la instalación de un local es la segunda parte del establecimiento de los migrantes. "Muchos trabajan en el servicio doméstico o la construcción para poder ahorrar y montar su negocio", dice la investigadora, y explica que van desde puestos de feria hasta almacenes de barrio o restaurantes. Estos emprendimientos tienen distintas funciones: generar ingresos y darle autonomía al migrante, además de permitirle traer a su familia, ya que todos trababan juntos. "Los flujos migratorios crecen por las redes, se arma un flujo y las redes atraen nuevos migrantes", explica Yaksic.

El Toquecito del sabor peruano se llama el almacén que hace tres años tiene el limeño Augusto Chambers en el sector del matadero en Franklin. Él llegó a Chile en 1999 y después de trabajar por años como chóofer de camiones decidió abrir su negocio. Vende productos peruanos y colombianos que compra de madrugada en La Vega, junto con su señora y uno de sus cinco hijos. "Es un trabajo muy sacrificado. No tenemos días de descanso, los días que más se vende son los fines de semana y los feriados. Si cerramos perdemos la posibilidad de tener una buena venta", dice el locatario.

Para Margarit esta discusión sobre endurecer las condiciones de los migrantes tiene mucho de "doble estándar" porque más allá de las políticas de control o de cuotas por áreas, igual pueden llegar personas sin papeles. Eso es incontrolable "¿A quién beneficia que no tengan papeles?", se pregunta la especialista y se responde: "A sectores de la economía que necesitan mano de obra barata. Al final, el interés no es regularizar a los migrantes porque se encarece la mano de obra, sino que es mantener una política de control que la mantenga barata y dispuesta a aceptar cualquier condición de trabajo. Es un discurso bien cínico", alega.

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El médico ecuatoriano Fernando Avilés.

El médico ecuatoriano Fernando Avilés.[/caption]

¿CUÁNTOS SON?

Según la última encuesta Casen, en Chile hay 465.319 migrantes, el 2,7 por ciento de la población del país. Para muchos esta cifra no calza y un paseo por el centro de Santiago, Iquique o Antofagasta hace pensar que son más. Daisy Margarit, directora de la Escuela de Trabajo Social de la U. Central y del Núcleo de Investigación en Migrantes de Facso, explica que esta percepción es generalizada y lo ilustra con una encuesta que realizaron en su universidad en octubre con una pregunta sencilla: 'de cada 100 personas en Santiago, ¿cuántas cree que son inmigrantes?' "La mayoría dijo 40 cuando en realidad son como dos", dice la investigadora, quien agrega que dar con una cifra precisa cuesta en todos los países que están enfrentando este fenómeno. "Es el gran tema: ¿cuántos son? Hay una metáfora que dice que a nosotros nos pasa lo mismo que a los astrónomos cuando logran identificar una estrella y ésta ya no existe", dice la investigadora porque hay un flujo que entra y sale sin ningún control de un territorio.

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