Una fiesta permanente: Lollapalooza dentro del Movistar Arena

Lollapalooza

El escenario se llenó temprano, a ratos colapsó, y la música apenas se detuvo en toda la jornada. "Aquí es muy energético, se siente muy bien estar de regreso", asegura Martin Garrix, quien cerró la fiesta.




Pasadas las 15 horas del domingo, una extensa fila se comienza a formar a la entrada del Movistar Arena. Quienes buscan entrar a la cancha del Perry's Stage en ese momento, donde se presentan los artistas electrónicos de Lollapalooza 2017, deben esperar, ya que los guardias controlan el ingreso para evitar el colapso del lugar. Está la opción de acceder fácilmente a las plateas, pero no es lo mismo: por ese entonces, la verdadera fiesta era frente al escenario, donde apenas cabía gente.

El mundo del Movistar Arena es una frenética realidad paralela al resto del Parque O'Higgins durante Lollapalooza Chile. Bebidas Red Bull, celulares y ombligos al aire abundan dentro del recinto. Durante las presentaciones -que ayer incluyeron a Djs como Vives y Forero, Borgore y Griz- la intensidad está al máximo cada segundo, con un público que reacciona con euforia, baila y organiza mosh pits frente a todos los artistas de turno.

Por las casi diez horas que se extiende la jornada sobre ese escenario, la música prácticamente no se detiene -sólo hay 15 minutos de silencio entre un artista y otro-, y su convocatoria no parece bajar en ningún momento. Si bien se producen éxodos al término de cada shows, miles de personas entran rápidamente a reemplazar a quienes abandonan el lugar. Y una buena porción se mantiene allí durante todo el día, con poco interés por ver lo que sucede a la luz del día. "Ayer (sábado) llegué al mediodía, cuando abrieron las puertas del parque, y me vine al tiro a poner las puertas del arena. De ahí, cuando abrieron las puertas a las 14.00, no salí en todo el día", cuenta Fernanda Inzunza (16), que el domingo había repetido el mismo ritual, y pretendía quedarse allí hasta Martin Garrix. "Lo que a nosotros nos interesa es la electrónica", dice su amigo Camilo Suazo, de la misma edad, cuando se le consulta si no quería ver a otro de los artistas del festival.

Incluso si alguno de los presentes en el lugar quería visitar alguno de los otros escenarios, la salida del recinto cerrado era básicamente renunciar a volver a entrar. Al igual que el sábado, a medida que avanzaba la tarde de ayer todas las ubicaciones comenzaron a ser repletadas, y a ratos hubo que suspender completamente el ingreso, generando multitudes con cara de angustia en la entrada. "El sábado estuvimos todo el día, hasta Diplo. Queríamos ver algunas otras cosas, pero si salíamos, era imposible volver a entrar, entonces quisimos asegurarnos", decía María Fernanda Briones, que formaba un grupo con amigos entre 14 y 18 años.

"Amo a Chile, los fans son tan dedicados y están aquí para pasar un buen rato y disfrutar la música. Es muy energético, se siente muy bien estar de regreso", comentó ayer Garrix a La Tercera, minutos antes de subir a escena y poner el broche de oro a la fiesta en el recinto, para la que cientos de personas hacían fila para intentar entrar. Principalmente, adolescentes -e incluso menores-, protagonistas de una especie de festival paralelo, en donde nunca fue de día y el fervor juvenil reinó sin descanso.

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