Cómo una teoría conspirativa se instaló en la Casa Blanca

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Sus antecesores medían sus palabras, pero Trump volvió a mostrar que él se encarga de alimentar el frenesí mediático. El Presidente hace afirmaciones incendiarias basado en mínimas sospechas. La denuncia contra Obama fue el último ejemplo.




Todo comenzó el jueves (2 de marzo) a las 18:00 en un programa de radio en el que empezaron a imaginarse una supuesta conspiración: Barack Obama habría utilizado "medios del gobierno federal" para intervenir telefónicamente al candidato republicano que buscaba sucederlo. Este es "el gran escándalo", dijo Mark Levin, el locutor, a sus oyentes.

Para la mañana del viernes, la acusación infundada había sido retomada por Breitbart News, el sitio que alguna vez dirigió el estratega del Presidente Trump, Stephen Bannon. Menos de 24 horas después, el Presidente acogió la idea de la conspiración en una serie de tuits en los que acusaba a su predecesor de espiarlo. Y así comenzó el furor más reciente y difícil de creer de las siete semanas que Trump lleva en el poder.

Sus antecesores por lo general medían sus palabras para no alimentar un frenesí mediático, pero Trump volvió a mostrar que él se encarga de alimentar ese frenesí. Sin que lo inhiban los protocolos tradicionales de su cargo, hace las afirmaciones más incendiarias basado en sospechas.

Lo hace sin consultar a algunos de sus asistentes de más alto rango ni a las agencias de su gobierno que podrían tener información opuesta. Después de prender un incendio público sin pruebas, pide una investigación para encontrar la evidencia que no tiene.

Para sus adversarios, todo este episodio parece una estrategia calculada de Trump para distraer la atención de otra historia que quiere evitar. En este caso, según dijeron algunos de sus críticos, claramente quería alejar la atención del procurador general Jeff Sessions, quien días atrás se descalificó a sí mismo de participar en cualquier investigación federal sobre los vínculos de la campaña de Trump con Rusia tras informes de que se había entrevistado con el embajador ruso durante la carrera presidencial sin divulgarlo.

En lugar de discutir lo que Sessions hizo o no hizo, los programas noticiosos estuvieron dominados por debates sobre Obama.

Sin embargo, al cambiar la historia, Trump también le dio más aire a la investigación sobre Rusia mientras sus iniciativas sobre la atención sanitaria, los impuestos o el empleo quedaron en segundo plano. Su primer discurso ante el Congreso, que algunos elogiaron, tuvo lugar el 28 de febrero pero ahora parece que fue hace siglos.

Algunos republicanos señalaron que, si se aprobó un permiso para escuchar conversaciones telefónicas, eso significa que un juez está convencido de que alguien en el círculo de Trump pudo haber cometido un crimen o actuado como un agente extranjero.

No es la primera vez que Trump hace acusaciones sorprendentes sin tener evidencia para respaldarlas. Asegura que más de tres millones de personas votaron de manera ilegal para que Hillary Clinton ganara el voto popular. Funcionarios republicanos y demócratas han dicho que no hay indicio alguno de que eso haya sucedido y la investigación que Trump prometió al respecto no ha comprobado nada.

Tampoco es la primera vez que Trump lanza una aseveración escandalosa sobre Obama. Pasó años promoviendo el alegato falso de que el ex Presidente no nació en Estados Unidos y prometió, también, una investigación para "descubrir la verdad". El año pasado también aseveró que Obama era "el fundador del Estado Islámico".

Algunos asesores de Trump, incluido Bannon, han creído desde hace tiempo que el gobierno de Obama estuvo coludido con investigadores federales que buscaban información sobre los presuntos contactos entre funcionarios rusos e integrantes de la campaña del republicano. No han ofrecido evidencia alguna, pero Trump ha coqueteado desde hace mucho tiempo con las teorías de conspiración.

Trump lanzó sus acusaciones durante la madrugada del sábado 4 de marzo desde Mar-A-Lago, su club campestre en Florida. Avanzada la mañana, sus asesores estaban discutiendo cómo

lograr que no publicara cosas en Twitter. Después, el Presidente jugó un poco de golf y regresó al club. Durante la cena le aseguró a un amigo suyo, el director ejecutivo de Newsmax Media, Chris Ruddy, que sus alegatos sobre Obama serían comprobados. Para el domingo, estaba enfurecido: quería que más gente defendiera sus aseveraciones, por lo que aumentó su apuesta y pidió una investigación en el Congreso.

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