Viajes: Valles Calchaquíes

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Cafayate, San Carlos, Angastaco, Molinos, Colomé y Cachi, una vuelta en auto por Salta, en el norte argentino. Entre viñas de altura y cerros colorados, tradiciones ancestrales, cardones, inversiones extranjeras y empanadas deliciosas.




La vuelta a los Valles Calchaquíes es un recorrido de 500 kilómetros en el centro de la provincia de Salta, al norte de Argentina, entre viñas de altura, cardones firmes como soldados, historias de vida y empanadas breves, de carne cortada a cuchillo o queso de cabra. Es el producto más hitero de la provincia. Una vuelta donde se siente la sequía en la piel, más si es invierno y en el río Calchaquí corre poca agua. Un viaje para disfrutar de un Torrontés helado, ese "vino mentiroso" que es dulce en nariz y seco en boca, practicar inglés con los extranjeros y captar la sabiduría de los nativos.

A simple vista es sólo una vuelta, pero está llena de matices: el perfume de hierbas aromáticas, el rojo ancestral de los cerros y la complejidad que encierra un vino de altura máxima. En este viaje uno entra ingenuamente y sale lleno de tierra, tostado por el sol del norte y bañado de olor a comino.

A 168 kilómetros de Salta ciudad, Cafayate es la primera parada. En los últimos años Cafayate tuvo un cambio fundamental: los extranjeros. No los turistas franceses que se quedan una semana. Los extranjeros que vienen a invertir. David Galland es socio de Bad Brothers, un bar que podría estar en el Soho de Nueva York. Cuando Galland creyó que tenía suficiente dinero como para retirarse –es consultor de inversiones– se dedicó a buscar "el paraíso" en la tierra. El tipo es de Hawái. así que uno podría pensar que alguna idea tenía. Buscó y buscó, casi lo encontró en México, pero no. Entonces llegó a Cafayate y le encantaron los cerros, el clima, los caballos. Si puede crecer una viña, dicen, hay buena atmósfera para que viva el hombre.

Cafayate está rodeada de viñedos. A tres cuadras de la plaza hay una finca de vides centenarias de la bodega El Porvenir y en los alrededores, más de dos mil hectáreas cultivadas con Malbec, Tannat, Sirah, Torrontés. Otro cambio de los últimos años: más y mejores vinos.

Jon Malinski, de Minnesota, también llegó para quedarse. Piattelli ya tenía una bodega en Mendoza y en 2013 inauguró otra en Cafayate, con gran restaurante y tienda, una estructura de grandes dimensiones y espacios y que recuerdan a Las Vegas.

Además de los extranjeros que en general viven en Estancias de Cafayate, un condominio con cancha de golf, hotel y viñedos, están los argentinos que querían cambiar de vida y un día lo hicieron. Como Pablo Kishimoto, que llegó hace 11 años con su mujer y acá tuvo hijos, que hoy hablan como salteños. Tiene su hotel, Cafayate Wine Resort, donde levanta la vista y está rodeado de cerros y viñedos.

Los belgas de San Carlos

"Acá quieren hacer una playa", dice Alain Giet y señala una duna de arena, caliente por el sol del mediodía. Una duna larga con las marcas del viento en la superficie. Salimos a dar un paseo a caballo, ya pasamos los cultivos de pimientos. Las dunas de arena blanca que ahora pisan los caballos están a orillas de un río seco, frente a unos acantilados rojizos. No sé qué pasará en unos años, pero hoy pensar en una playa parece una broma surrealista.

Alain Giet y su mujer, Anne Aterianus, son belgas y los sueños de Alain guiaron las mudanzas y el nomadismo de esta pareja amable y hospitalaria. De jóvenes, un trabajo para las Naciones Unidas los llevó a Abidjan, en Costa de Marfil, luego por el deseo de Alain de trabajar con pescadores vivieron en Nueva Caledonia donde él se dedicó a la cría de camarones.

En el pueblito de San Carlos de Borromeo, de dos mil habitantes, Alain Giet cumple otro deseo: hacer cerveza. Cuando llegó a los valles entró en el mundo del vino, pero él era un hombre de cerveza. "En Bélgica tenemos 1.350 marcas de cerveza", me cuenta cuando recorremos Me echó la burra, su cervecería que produce seis mil botellas por año con nueve marcas distintas, una de ellas San Lunes, de 11 grados de alcohol.

En una de las esquinas de San Carlos está el Museo Jallpha Calchaquí. La mujer que atiende espera sentada que llegue algún turista. Espera la tormenta de Santa Rosa que se atrasó. Espera que pase el tiempo. Si está cansada apoya los brazos en el escritorio, se inclina y duerme un rato. Espera de distintas formas. Quizás un día se canse de esperar.

Flechas de ripio

A pocos kilómetros de San Carlos termina el asfalto. El corte es brusco: la cinta se interrumpe y arranca el ripio y el serrucho. Se van los rojos del paisaje y no hay viñedos. Pasan caseríos, ropa tendida al sol y al viento, iglesias mínimas y casas de adobe abandonadas. La Merced, San Rafael y algún otro sin nombre. Veo más algarrobos que casas. Y un puente sobre el río Calchaquí, que antes de las lluvias es un hilo escurridizo entre piedras gastadas.

Llega la Quebrada de las Flechas, de puntas blancuzcas apuntando al cielo, desfiladeros angostos y paredes altas.

En la plaza de Angastaco, otra localidad de los valles de iglesia colonial preciosa, un chico rubio lee en su celular (hay wifi gratis) a la sombra de un molle. Al lado, como si fuera su pareja, una bici llena de alforjas.

–¿De dónde venís?

–De los Estados Unidos

Habrá entendido mal. Seguro creyó que le preguntaba dónde nació. Insisto:

–Y en bici, ¿desde dónde?

–Desde los Estados Unidos.

Nos reímos. Debe estar acostumbrado a la sorpresa. Mike Dits es de Chicago y salió hace casi dos años. Trabajó en logística, ahorró buen dinero y ahora está viviendo la "vida real".

–¿Cuánto andás por día?

–Un día corto, 40 o 50 kilómetros; uno largo, como me pasó en el desierto peruano, 240.

Le interesan las energías renovables, tiene un sitio web y muchas ideas. Después de hablar un rato con él, me lo imagino pedaleando por los valles mientras piensa soluciones sostenibles para el mundo.

Colonialmente

Molinos se debe parecer bastante a lo que habrá sido en la época del último gobernador realista de Salta, Nicolás Severo de Isasmendi. Más aún después de la restauración del pequeño casco colonial: la calle Abraham Cornejo, donde están el museo, la iglesia San Pedro de Nolasco y la Hacienda de Molinos, una de las hosterías más lindas de los valles.

Son cerca de las tres cuando salgo del museo y camino por el pueblo en soledad fantasmagórica. Tomo Abraham Cornejo, donde hay casas de adobe destruidas. Como la mayoría de estos pueblos, Molinos es breve. Dos o tres calles para un lado, dos o tres para el otro, y se termina. Antiguamente fue un importante centro de molienda de granos. Hoy, nada de trigo. Se cultivan pimientos, cebollas, comino y quinoa.

Vinos de terroir, en Colomé

En la penumbra de la cava de Colomé, el enólogo de la bodega, Thibaut Delmotte, inclina la copa para ver el color del Auténtico 2014, un blend de cuatro Malbec de altura. Lo mira, lo gira, lo agita, lo huele, lo vuelve a agitar y lo vuelve a oler y lo vuelve a mirar.

"El viñedo está acá adentro, este es un vino sin maquillaje", dice antes de probarlo.

El Auténtico se suma a una tendencia mundial de vinos sin madera. Vinos que no pasaron por barrica de roble, donde se expresa el terroir y no hay madera que disimule errores. "Buscamos la historia y la identidad original", añade el francés que vive hace más de 10 años en Argentina, tiene mujer e hijos salteños, y lideró el crecimiento de la bodega del suizo Donald Hess. Hoy produce más de un millón de botellas Altura Máxima, un Malbec de la finca de Payogastilla, a 3.111 metros de altura y con 98 puntos en The Wine Advocate, la famosa revista del crítico de vino Robert Parker.

El cielo se oscurece al salir de la cava. Otra vez se arma la tormenta que todos esperan y no cae. El cielo se llena de luces raras, amarillas casi rosas. Luces que tocan el estado de ánimo. Como sucede en el espectacular Museo James Turrell, también en Colomé. La luz interviene el estado de ánimo. En cuarenta minutos de recorrido paso por momentos de vértigo y miedo hasta que atravieso un pasillo verde y sanador y un momento de plenitud en un vacío azul. Es una experiencia sensorial: hay que estar ahí.

Cachi

Con poco más de dos mil habitantes, Cachi está a 2.500 metros de altura, a los pies del Nevado (6.380 m). Por eso en las noches refresca y hay amplitud térmica y eso es bueno para el vino. Poco a poco, el vino cacheño se afianzó y extendió aún más la ruta salteña.

Todos los días a la una, doña Silvita Talaba se para en un costado de la plaza con su caja y canta con la voz más desafinada que escuché en mi vida. Es la coplera de Cachi. Tiene 60 años, pero parece de 120, casi sin dientes y con la aridez de los cerros en la cara. Le canta al turista con camiseta de Boca, al paisaje, a las penas, al amor. Cuando termina se va con su gorra llena de pesos que le sirven para alimentar a los hijos y a los hijos de su hija.

Frente a la plaza, el Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz tiene la colección más representativa de los valles, que abarca unos 10 mil años de historia.

Martín Liendro, artesano tejedor, no es extranjero para nada. Nació en Luracatao y aprendió a tejer mirando de reojo al que luego fue su maestro, Ignacio Morales. No vio tele hasta los 21 (hoy tiene 44), "escuchaba radiocassete nomás". Liendro vive en un caserón con vigas de algarrobo a una cuadra de la plaza, en la calle Bustamante, la más antigua del pueblo. La casa es de Jackie Henderson, ella sí, extranjera, y él la cuida y tiene ahí un taller de exhibición y venta de tapices, ponchos, alfombras. Tanto iba Liendro a lo de Morales y miraba el tejido como espiándolo que un día el maestro le dijo: "Si querés te enseño". Él tenía 11 años y ya era porfiado. Dijo que no, que le gustaba ir a conversar. Pero volvió a su casa y se fabricó un telar de cuatro palos y los rayos de su bici. Así empezó y cuando Morales lo fue a ver a su casa, varios meses después, Martín Liendro ya tejía. Todo esto lo cuenta muchos años después en la Casa del Tejedor, entre ovillos de lana de oveja y tapados y almohadones, al lado de un telar tan delicado como el interior de un piano.

En la plaza, unos chicos ensayan una baguala. Un gordo muy gordo maneja la música y los guía, corrige, reta (todo junto y medio chistoso). Son de la academia de danza "Juntando sueños" y todavía tienen que coordinar unos pasos antes de cambiarse y correr a bailar en el casamiento de una jujeña con un extranjero. Otro.

La plaza recibe la luz pálida de la tarde y en una de sus idas y vueltas los ponchos rojos tapan el sol.

El final es por la Cuesta del Obispo y está lleno de curvas y altura (3.348 metros en la Piedra del Molino). Montaña de un lado y precipicio del otro. Las nubes bajas esconden en paisaje y lo vuelven misterioso. A medida que el camino baja vuelve la humedad, que entra feroz por las ventanillas. Al fin se descuelga la tormenta. Acá abajo sí que llueve. Menos mal.

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Los rollos de alfalfa son habituales en la zona.

Los rollos de alfalfa son habituales en la zona.[/caption]

DATOS ÚTILES

LATAM

Desde US$ 230, de Buenos Aires a Salta, ida y vuelta, con impuestos incluidos.

En auto

Desde US$ 75 por día por un auto económico.

La mitad del recorrido por los valles es de ripio. Tener en cuenta que en los pueblos chicos las estaciones de servicio pueden abrir y cerrar a su antojo, como casi todos los locales comerciales.

Cafayate

* Cafayate Wine Resort. 25 de Mayo, camino al Divisadero. T: (03868) 42 2272.

Dobles con desayuno, desde US$ 145.

* Piatelli. Ruta Provincial N° 2, Km 3. Camino a Yacochuya. T: (03868) 15 418214.

El restaurante de la bodega tiene excelentes vistas del valle. Imperdibles tabla de quesos vallistos y cazuela de cabrito. Abren de 12.30 a 19.

* Bad Brothers. Quintana 63. T: (03868) 42 6039.

La propuesta gastronómica es de tapas generosas, al mediodía y a la noche.

San Carlos

* La Vaca Tranquila. Antigua ruta Nº 40. T: (03868) 15638591.

Las dobles con desayuno casero, u$s75.

Molinos

* Hacienda de Molinos. Abraham Cornejo s/nº. T: (03868) 49 4094.

Dobles, desde US$ 120. Muy buen restaurante.

Colomé

* Ruta Provincial 53, Km. 20. T: (03868) 49 4200. www.bodegacolome.com

A 17 km de Molinos por camino de ripio.

El Museo James Turrell abre todos los días a las 15 y a las 17; lunes, cerrado. Llegar con tiempo para recorrer la bodega y almorzar con vista a los viñedos. Horario del restaurante: 12.30 a 14.30. Entrada gratis.

Cachi

* La Merced del Alto. Fuerte Alto Banda Norte. T: (03868) 49 0010. lamerceddelalto.com

Precioso hotel boutique neocolonial. Dobles con desayuno, desde US$ 150.

* Viracocha. Vicente López 353. T: (03868) 49 1713.

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