Alejandro Rojas con nosotros

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En la etapa final del gobierno de la Unidad Popular (UP), cuando se sentía en el aire la inminencia del desastre, Alejandro Rojas Wainer, entonces presidente de la Fech y diputado comunista, relataba que al desplazarse por las calles de Santiago experimentaba en carne viva la polarización de la sociedad: los allendistas lo saludaban con el puño en alto y los opositores a la UP lo insultaban con visible odio. Eran los días en que los grupos de ultraderecha efectuaban atentados a los oleoductos y torres de alta tensión, en muchos casos con apoyo militar.

El golpe de Estado volvió relativo el valor de la vida humana. El bando n° 10 de la Junta Militar notificó a Alejandro que debía entregarse a las nuevas autoridades. Ya no pudo volver a su casa, y entonces fue protegido por varios amigos, entre ellos el músico Eulogio Dávalos. En noviembre, y después de permanecer un tiempo en la casa de Josefa Errázuriz, Alejandro pudo dirigirse, acompañado por Cecilia Sepúlveda y Hugo Rivas, hasta la embajada de Finlandia, cuyo embajador lo esperó a la entrada. Partió al exilio en la Navidad del 73.

Las circunstancias lo llevaron a vivir en Checoslovaquia, en Suiza y finalmente en Canadá, donde concluyó sus estudios y desarrolló una brillante carrera académica. Su tesis de doctorado en Sociología (Universidad de York, Toronto), estuvo dedicada al análisis de la experiencia de la UP. Luego, sus intereses se orientaron hacia la ecología.

En la Universidad de British Columbia, en Vancouver, focalizó su labor en la relación entre los sistemas alimentarios, el medio ambiente y la agricultura sustentable. Dedicó muchas energías al proyecto "Comer y pensar verde en la escuela", y tuvo la oportunidad de transmitir esa experiencia en la U. de Chile, en los últimos años.

Desde los inicios de la transición, Alejandro vino a Chile muchas veces, gracias a lo cual pudimos conversar largamente sobre lo vivido y lo soñado. Le dimos muchas vueltas a lo que hicimos bien y a lo que hicimos mal cuando jóvenes. Incluso discutimos fuerte al juzgar la terrible derrota, la militancia que quedó atrás y las pasiones ideológicas, pero coincidíamos en lo esencial: nada es más importante que la cultura de los DD.HH. y el compromiso con la democracia. A fines de 2017, los médicos le entregaron un diagnóstico duro. Fue impresionante la entereza con que enfrentó lo que vino, acompañado por Elena Orrego, su esposa. Pendiente de Chile, preguntaba en los últimos meses por el significado del resultado de las elecciones. Quiso venir a Santiago en marzo, pero ya no pudo. Falleció el 16 de abril en la ciudad de Victoria, Vancouver.

Padre de tres hijos, Alejandro fue un hombre que se definía por la alegría de vivir, expresivo en sus afectos, generoso siempre, de gran talento. Soñador de un mundo solidario. El 16 de mayo a mediodía lo recordaremos en un acto que se realizará en el salón de honor de la Universidad de Chile.

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