Apreciaciones sobre La Haya

la haya


Tal vez sea prematuro hacerlas, han pasado muy pocos días, y hay muchos comentarios y especialistas que han surgido. Lo que está muy bien, pues sin exigir conocimientos precisos, ahora discutimos y opinamos sobre lo que raramente atrae la atención de medios de comunicación o de la simple ciudadanía, como son los temas internacionales y en particular, nuestras controversias fronterizas. Bolivia lo ha logrado y el pleito en la Corte ha hecho lo demás. En buena hora, pues hacía falta, sobre todo si en comparación, nuestro vecino parece haber informado mejor a su población. Eso sí, también muy conducida por sus autoridades, y desde hace años, para transformar aspiraciones en derechos absolutos, y para contar la larga y accidentada historia bilateral, sólo a su manera, omitiendo o simplemente alterándola a su favor. Como campaña tendenciosa nacional, vale, pero de ahí a constituir buena parte de los fundamentos de su demanda legal ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, es algo distinto y riesgoso.

Los alegatos nos narraron una realidad histórica que no conocíamos, sólo Chile es el gran culpable. No sólo por su invasión bélica injustificada e ilegítima, la que cortó su ancestral y milenario acceso al litoral marítimo. Sino porque lo retenemos de manera injusta y de mala fe engañándolos. Vaya novedad que nunca supimos, ni por las investigaciones de nuestros más estudiosos historiadores, y ni siquiera por los de ellos, los verdaderos claro está, y no los panfletarios. Todo ello acompañado de una acción frenética, que todavía perdura, encabezada por el propio Presidente boliviano, vía "tuits" (el nuevo conducto de la diplomacia post-moderna), y de las tradicionales declaraciones oficiales gubernamentales y de opinantes. Por cierto, contra Chile, sus autoridades, agentes, abogados externos, y quienquiera no coincida con su versión. Todos estamos equivocados, desesperados ante la inminente derrota judicial que el Tribunal habrá de imponernos. Es decir, viven un mundo propio, desconectado del pleito real, de la Corte, de los alegatos y sobre todo, de lo que vimos en sus trasmisiones en directo, incluso para no totalmente informados. Ahora se entiende el porqué no difundieron ninguna de las exposiciones chilenas. Querían seguir viviendo su irrealidad.

De igual manera nos cambiaron el derecho, en varias de sus certezas. Resulta que los Tratados que establecen una frontera, tal vez los más intangibles de todos, especialmente protegidos por el derecho internacional, donde ni el cambio fundamental de circunstancias podrían alterarlos, ya no es así. Nosotros, cada vez que estuvimos dispuestos a conversar con Bolivia, sin alcanzar nunca un resultado, y donde ellos rompieron todo diálogo y cortaron relaciones, ahora argumentan que la obligación prosigue de manera inalterada, perenne, y que por lo tanto, debemos cumplirla. Novedoso y peligroso argumento, que transforma y condiciona todo contacto entre los países, sin distinguirse si sólo son tratativas o encuentros informales sin resultado, o bien se están creando deberes jurídicos permanentes.

Una nueva forma de relacionarse que trastocaría las negociaciones y las relaciones internacionales. Un argumento boliviano extravagante y revolucionario, para la diplomacia y el derecho. Así, mejor no conversar nunca más con Bolivia, o hacerlo con extrema precaución en adelante.

Pero las novedades no quedaron ahí, pues le otorgaron validez de compromiso jurídico, a todo lo que habitualmente se adopta en los organismos internacionales, de manera automática y sin evolución alguna, creando derechos y obligaciones exigibles. Tal calidad le dieron a las resoluciones de la OEA, las que tampoco leyeron completas sino los párrafos convenientes. Otra novedad de enormes consecuencias, no sólo para el habitual funcionamiento del sistema internacional de los organismos, sino que han encontrado otra creación instantánea del derecho. Olvidan, deliberadamente, que la propia Carta de las Naciones Unidas las califica de "recomendaciones" (Art. 13). Un punto innegablemente aventurado, y no sólo para el caso con Chile, sino para toda la legalidad vigente. Sería de tal magnitud, si se acepta, que nada que los países convengan por escrito en sus instrumentos multilaterales, sería igual. Ahora sólo crearán compromisos inalterables y vinculantes jurídicamente.

Estas y muchas otras consecuencias para la práctica diplomática y para el derecho acarrearían las aseveraciones bolivianas de verse reflejadas en la sentencia final. Un gran desafío para la Corte de La Haya, que sobrepasa los alcances del pleito boliviano-chileno. Constituyen apreciaciones insospechadas del caso, las que ciertamente nuestra defensa rebatió con vigor en los alegatos, y que será necesario devolverlas a su validez habitual, bajo pena de distorsiones inaceptables.

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