Cuba o Castro

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Díaz-Canel fue elegido como presidente por los diputados de la Asamblea Nacional de Cuba el 19 de abril. AFP


Nadie permanece indiferente ante Cuba, algo tiene esa isla que allí suceden cosas excepcionales; su condición tradicional de capital cultural del Caribe, la alegría del cubano que parece una forma de sublimar sus dolores, todas las contradicciones que encarna Fidel en sí mismo como figura histórica. Reconozcamos que terminada la Guerra Fría y muerto el comunismo como alternativa a la democracia liberal en Occidente, la isla carece prácticamente de toda la centralidad que tuvo en la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, nos sigue atrayendo el proceso lento de disolución de esa revolución que hace 50 años prometía cambiar América Latina.

Los guerrilleros de Sierra Maestra, con sus trajes verde oliva, sus barbas y habanos, han ido cayendo uno a uno. Raúl ha sido capaz de mantener con mano firme su liderazgo, aun después de la muerte de su hermano; nada tiene que ver la sucesión que se produjo en la isla hace 10 años con la que ocurrió en Venezuela. Al final los Castro mostraron talento de raza para plantar cara al siglo XXI y sostener la mayor anacronía política de esta parte del planeta.

Pero, ni siquiera los Castro Ruz son capaces de detener el tiempo, a sus 86 años Raúl ha dado un paso atrás -solo uno- para dejar en la primera fila un sucesor y es inevitable la inquietud respecto de la capacidad que tendrá éste para administrar la revolución, mientras la isla se inunda por una modernidad que viaja por el aire, que se introduce por los intersticios de sus comités centrales, sus rituales y la épica de una lucha que, por cada día que pasa, se vuelve un poquito menos heroica y un poquito más patética. A estas alturas solo Trump es capaz de darle contexto a su lucha contra el imperialismo, es que la confrontación de una caricatura con otra parece dar el justo marco al inicio del fin.

¿Qué hará Díaz-Canel? Lo único que puede hacer, primero demostrar que es digno heredero colocándole una llave más al candado, para luego de unos años confirmar que lo es abriéndolo. Norberto Fuentes sostiene que la Revolución llegó al poder con los fusiles y solo lo resignará ante los fusiles, aunque sea una osadía, discrepo de su visión. Es demasiado épica para una revolución que hace mucho perdió esa condición, Cuba ya vivió la tragedia, es inevitable que ahora venga la comedia. Tal vez si evitar eso sea el mayor desafío del delfín, generando las condiciones para que el humo de los barbudos de Sierra Maestra se disuelva con dignidad a pesar de su fracaso.

El gran Silvio Rodríguez, cuyo talento solo podía darse allí, escribió unos versos que no he podido dejar de recordar al ver las noticias sobre el principio del último capítulo de los Castro: "La era está pariendo un corazón/no puede más, se muere de dolor/y hay que acudir corriendo/pues se cae el porvenir"

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