Desafíos en educación

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*Esta columna fue escrita junto a Damián Gelerstein, Abacus y DuocUC.

El efecto de la tecnología en el trabajo es parte de una discusión incipiente, pero no instalada en la política pública. Según Mckinsey, en breve la tecnología reemplazará hasta el 80% de los trabajos como los conocemos y casi todos mutarán. El cambio en las demandas de competencias y la diversa capacidad de adaptación a ellas, en parte por la heterogeneidad del sistema educativo, podría producir una fractura social insospechada.

Para limitar la agudización de la desigualdad y pobreza, es urgente preparerse para el cambio. Debemos replantear el sistema educativo a las necesidades productivas, lo que está en línea con las aspiraciones de mayor inserción social y cultural. La literatura respecto de las "competencias del siglo XXI" destaca la comunicación efectiva, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico, lo que implica cambiar la forma de enseñar, pasando de transmitir contenidos a formar en habilidades y competencias. Con ellas las personas podrán "separar la paja del trigo", descartar información falsa, cuestionar argumentos, generar los propios y comunicarlos. Ello es la esencia de la capacidad de aprender por uno mismo, de reinventarse, de participar activamente en la sociedad.

Sabemos que el mundo cambia tan drásticamente, que la enseñanza de un oficio acotado a lo práctico tiene un plazo corto de validez. Y que la adquisición de competencias a través del autoaprendizaje, de módulos específicos a lo largo de la vida se favorece cuando existen competencias genéricas, particularmente la del pensamiento crítico. Existe también consenso que el modelo actual es ineficaz para desarrollar estas competencias y que la pedagogía casi no se ha adaptado para abordar el desafío.

Pasar de un aprendizaje basado en conocimientos a uno basado en competencias requiere de un cambio en la forma de enseñar y de competencias de los maestros y algunas experiencias del sector técnico profesional tienen mucho que aportar. Éstas muestran que estudiantes poco adaptados para la clase tradicional pero ávidos de aprender, se adaptan fácilmente a la enseñanza por desafíos; que alumnos que muestran falencias en métodos de enseñanza abstractos, tienen enorme capacidad para llegar al mismo aprendizaje a través de experiencias prácticas y que la mayor dificultad de un cambio radica en transformar a los profesores.

Un sistema que integre formalmente dichas competencias requiere de su medición. La literatura que diagnostica pensamiento crítico en educación es escasa, con muestras pequeñas aplicadas al mundo desarrollado y a nivel escolar. Prácticamente no existen mediciones de pensamiento crítico en educación superior, excepto la que dice que la capacidad de comprensión lectora y el lenguaje son claves en su desarrollo.

En Duoc UC estamos abordando el desafío de medir pensamiento crítico, para luego seguir la mayor tarea de mejorarlo. Sabemos que flexibilizar es particularmente difícil desde la universidad, por lo que una buena experiencia en el mundo técnico profesional puede permitir un salto en el paradigma educativo actual, fundamental para el desarrollo futuro.

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