Eclipse y entusiasmo por la ciencia

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Millones de personas a lo largo de todo el país pudieron presenciar ayer el eclipse solar, desatando un fervor pocas veces visto. La región de Coquimbo, también la de Atacama, fueron sitios privilegiados para presenciar el fenómeno, y por lo mismo concentraron una cantidad de desplazamientos que colmó las expectativas. El país volverá a experimentar un eclipse de esta naturaleza en diciembre de 2020 -esta vez con La Araucanía como lugar privilegiado para su observación-, lo que ya permite anticipar el fuerte impacto turístico y científico que se vivirá entonces.

Pero más allá de la atracción que generan estos espectáculos de la naturaleza, ha sido especialmente llamativo el creciente interés de la ciudadanía por interiorizarse acerca de los fenómenos astronómicos, lo que se refleja, por ejemplo, en el inusitado éxito de venta de libros sobre la materia, o en el interés por asistir a charlas masivas de reconocidos astrónomos, al punto que inesperadamente se han llenado estadios. Este positivo fenómeno se inserta en un contexto de creciente demanda de los jóvenes por estudiar carreras relacionadas con la astronomía, todo lo cual permite aventurar que en Chile se están creando las condiciones para construir una potente imagen país vinculada con el desarrollo astronómico.

Tal potencial abre interesantes perspectivas no solo en el campo educacional, donde los programas de formación escolar deberían inspirarse para el desarrollo de atractivos cursos que fomenten el entusiasmo de los estudiantes por la ciencia -el recientemente estrenado Ministerio de Ciencia y Tecnología tiene una inmejorable oportunidad para explotar esta veta-, sino también crea un considerable potencial para la industria del turismo.

El país presenta condiciones inmejorables para el estudio del universo, gracias a la pureza de sus cielos en la zona norte del país, todo lo cual ha permitido que progresivamente se haya ido desarrollando una actividad de clase mundial, al punto que varios de los principales hallazgos astronómicos se han hecho desde observatorios en nuestro país. Grandes universidades del mundo y entidades científicas internacionales han apostado por nuestro país para instalar algunos de los telescopios más avanzados. Durante la próxima década entrarán en operaciones dos que serán cruciales a nivel global -el Gran Telescopio para Rastreos Sinópticos, en Coquimbo, y el Telescopio Gigante de Magallanes, en Atacama-, mientras que en el norte chileno también se levantará el Telescopio Extremadamente Grande, del consorcio ESO.

No es difícil advertir que cuando toda esa capacidad esté en funcionamiento, nuestro país será el epicentro mundial de la observación astronómica, lo que generará en torno a sí un polo de desarrollo de insospechadas proyecciones. Uno de los mayores desafíos desde el punto de vista tecnológico será dotarse de redes con capacidad para transmitir en forma eficiente la inmensa cantidad de datos que diariamente generarán estos gigantescos observatorios, así como la logística necesaria para su funcionamiento. Sería muy significativo que desarrollos de empresas chilenas puedan concurrir a proveer dichas soluciones.

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