Ecuador: no a la reelección indefinida

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El Presidente de Ecuador, Lenín Moreno, junto a la vicepresidenta Vicuña, celebra mientras ofrece un discurso, ayer, desde el Palacio de Carondelet.


El domingo 4 de febrero Ecuador celebró un referéndum sobre varios aspectos importantes de la política y la economía de ese país. Sin embargo, no cabe duda que la pregunta que ha acaparado todos los titulares era aquella que consultaba sobre la imposibilidad la reelección indefinida de las autoridades, que desde el principio fue percibido como un ataque al exmandatario Rafael Correa, quien pretendía volver al gobierno en las próximas elecciones del 2021.

El tema, sin duda, trasciende la situación ecuatoriana, y es parte central de las repetidas crisis de la democracia en el continente en las últimas tres décadas. Figuras tan disímiles como Alberto Fujimori en Perú, Daniel Ortega en Nicaragua, el fallecido Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, entre otros, han procurado perpetuarse en el poder, con cambios constitucionales y un esquema que ha terminado por horadar la institucionalidad de sus respectivos países. En la práctica, la alternancia en el poder se ha convertido en una aspiración prácticamente imposible en algunos de ellos.

Como suele ocurrir, el problema de Ecuador tiene otras complejidades. En algún momento se pensó que la ciudadanía de ese país había virado hacia la izquierda, pero la caída en el precio del petróleo demostró una rápida baja en la popularidad de Correa, quien no se presentó a la reelección en los comicios que se realizaron exactamente hace un año, con una segunda vuelta en abril de 2017. Finalmente, Lenín Moreno -"el candidato de Correa", como titularon muchos medios- derrotó a Guillermo Lasso, el líder de la oposición. En ese momento Rafael Correa tuvo razones para celebrar y para confiar en que su Revolución Ciudadana se proyectaría en el tiempo y, probablemente, culminaría con su regreso a la casa de gobierno dentro de unos años.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la situación ha cambiado de manera muy clara, con un distanciamiento visible entre el actual gobernante y su padre político. Impedir la reelección indefinida es una de las manifestaciones de este conflicto, que también se expresa en la independencia mostrada por Moreno al ejercer el mando, al convocar a un plebiscito contra la opinión del correísmo, en un escenario político que es muy distinto al que se preveía hace doce meses: hoy la democracia ecuatoriana parece tener una fortaleza mayor y han disminuido los riesgos de seguir la deriva bolivariana que tiene a Venezuela en una crisis perpetua.

El partido de gobierno, Alianza País, enfrenta una evidente división, entre los partidarios del actual gobierno de Moreno y quienes siguen fieles a Correa. Los primeros, sin duda, hoy están preocupados de mejorar la situación económica del país, aumentar la inversión y las fuentes de trabajo, ampliar las oportunidades para un país que hoy no tiene un lugar fijo en el escenario latinoamericano. Para los segundos, que ya abandonan las filas de su partido, el problema es cómo mantener vigencia política sin posibilidades de reelección presidencial.

La democracia latinoamericana, querida y esperada en los años de las dictaduras militares, enfrenta hoy sus propios desafíos. En el proceso, algunas sociedades han fracasado o presentan grandes problemas: Ecuador, en cambio, parece estar en el camino de las soluciones y la consolidación del gobierno civil.

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