El fracaso de ETA



A 59 años de su creación, la organización terrorista vasca ETA anunció esta semana el fin de sus actividades y el desmantelamiento "total de todas sus estructuras". El comunicado dado a conocer un año después de que se concretara su desarme vuelve a dejar en evidencia no solo la derrota de una organización que dejó un dramático saldo de violencia en la historia de España -con más de 800 muertos y miles de heridos-, sino que ratifica el fracaso de todos aquellos que eligen la vía armada y la violencia como el instrumento para alcanzar sus objetivos políticos.

ETA fue finalmente derrotada por el Estado -y los instrumentos con que éste cuenta para garantizar la seguridad y la justicia- pero, sobre todo, por la sociedad civil que se levantó para condenar de manera contundente el camino de aquellos que pretendían imponer sus posiciones amenazando la convivencia pacífica de un país. Un camino que terminó agotando los espacios para que pudieran operar quienes defendían esa opción. Por ello, resulta a lo menos paradójico que en lugar de hacer un mea culpa, en su comunicado ETA acuse a España y Francia de "perpetuar el ciclo de la violencia".

Si bien es positivo que se cierre finalmente un ciclo nefasto de la historia reciente de Europa -ETA era el último grupo terrorista nacido en el continente que seguía formalmente activo - y que quienes tuvieron responsabilidad en los crímenes cometidos en esto años enfrenten la justicia y asuman las consecuencias de sus actos, es lamentable que en su comunicado el grupo no haya hecho mención alguna a las víctimas. Más allá del reconocimiento de su fracaso, parece que ETA aún no asume los alcances reales del dolor y la violencia causada durante sus seis décadas de existencia.

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