El Mago de Oz

Imagen JORGE BERMUDEZ41384


Era difícil imaginar que la principal autoridad jurisdiccional del país, me refiero a la Corte Suprema, determinaría como ilegal e inconstitucional el proceder de la institución pública que por excelencia fiscaliza la legalidad de los actos de la administración, a saber, la Contraloría General de la República. De hecho, y en un inédito fallo, el máximo tribunal determinó que Dorothy Pérez había sido removida de su cargo incumpliendo la normativa vigente y que Jorge Bermúdez excedió arbitrariamente sus atribuciones. Fue así que se escribió otro capitulo de una larga novela, la que probablemente no ha llegado a su fin todavía. Justamente amparado en ese género literario, y especialmente considerando que el nombre de la subcontralora nos recuerda a esa entrañable protagonista de la historia que escribió e imaginó Lyman Frank Baum, es que uno podría, a partir de las muchas cosas que se han dicho y escrito, también ensayar respecto de qué personaje es el contralor en esta historia.

El hombre de hojalata. Lo más fácil sería atribuirle a Bermúdez la ausencia de todo sentimiento, haciéndonos eco de esa pretendida frialdad que acompaña a las decisiones de los funcionarios públicos, incluso cuando se trata de poner término a una larga carrera funcionaria, sin mediar los efectos personales y colectivos que tal decisión podría provocar.

El Espantapájaros. Pero quizás la clave no está en la falta de corazón sino en la ausencia de inteligencia. Bermúdez no pudo sino haber previsto las serias consecuencias que se devendrían en caso de ser revertida su decisión, generando una contienda de competencia con un importante poder del Estado, poniéndolo a él y a la propia Contraloría en una situación imposible.

El león cobarde. Pero fuera de la falta de corazón o de cerebro, lo que muchos reclaman ahora es que Bermúdez se comporte como si nada hubiera ocurrido, en condiciones de que su renuncia sería la única salida para el daño que él mismo le indujo a la institución. De esa forma, lo que más se le reprocharía ahora es la falta de coraje para dar un paso al costado.

El mago de Oz. Personalmente creo que se trata de un asunto menos fantasioso y no tan dramático. Tal como ocurre en la historia, detrás de ese personaje al cual se le atribuyen grandes poderes e influencias había un hombre de carne y hueso, con virtudes y defectos; que quizás un tanto embobado con las reverencias que se le hacen y cuidados que respecto de él se tienen, quiso correr el cerco más allá de lo razonable, incluso excediendo las posibilidades y facultades que el propio personaje le granjeaba.

Moraleja entonces: no hay que creerse el cuento.

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