SEÑOR DIRECTOR

Todos los hombres desean la felicidad. Se trata de una constante en la historia del pensamiento: eu-daimonia. Deseamos una buena vida, un buen trabajo, un buen descanso y, por ende, un buen morir. En griego dicha bondad se traduce con el prefijo "eu" y desde ahí han nacido muchas palabras.

En estos días se habla de eu-tanasia, buena muerte, una muerte feliz. ¿Cómo puede la muerte -que es un trágico hecho- ser buena si todos huimos deella? Ahí las cosas se complican. Quizás no deseamos una muerte feliz, sino un acercarse a ella (lo que los médicos llaman "proceso del morir") de una manera buena, respetuosa de nuestra dignidad. En este sentido todos desearíamos una eu-tanasia, es decir, un acercamiento digno a nuestro último momento.

Deseamos ser acompañados durante el proceso del morir, no ser dejados sin atención y sin personas cerca y, si es posible, sufrir -a nivel corporal y espiritual- lo menos posible. Todos desean ser felices en cualquier condición o circunstancia. Y dado que la condición mortal es humana, también ahí hay la posibilidad de felicidad, es decir, de un "florecimiento", para utilizar una afortunada imagen de los antiguos.

Ahí donde se está apagando, la flor puede continuar desarrollándose. Los que están alrededor de ella, su último ambiente de vida -médicos, parientes, amigos, asistentes espirituales- tienen que velar por este último desarrollo, débil e imperceptible. Cortar la flor no sirve. Eso sí que sería un acto violento, contra la naturaleza misma del morir y, por ende, de quien está muriendo.

Luca Valera

Instituto de Filosofía y Centro de Bioética UC

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