Falta mucho, pero se avanza



A ratos pareciera que asistimos a un equilibrio muy precario, donde nos jugamos el futuro en cada detalle. El camino es largo, pero celebramos con entusiasmo cada paso, pues -sabemos con certeza- nos estamos jugando algo importante. Hay conflictos y diferencias de opinión, las que hemos podido sortear con la voluntad de una gran mayoría que está por colaborar, construir y avanzar.

Y de a poco van quedando atrás los que no creyeron en esta ruta. Muchas de sus objeciones, tanto las genuinas, pero también las de mala fe, están siendo refutadas por los hechos. Algunos de ellos se atrincheraron en la consigna vociferante, mientras otros ya han comenzado a guardar silencio, y tampoco faltan los oportunistas de última hora que se suben a un tren en el que nunca creyeron o derechamente quisieron sabotear. Pero no importa, y tal como hace ya tres décadas, son los hechos y no las palabras, será el coraje y visión de muchos, y no el infantilismo y ceguera de pocos, lo que finalmente dirima quiénes fueron los que les dieron voz a los ciudadanos; y quiénes, por el contrario, se voltearon para nuevamente darle la espalda a su país.

Hemos dado un paso muy importante al aprobar en la Cámara de Diputados una reforma constitucional que habilita un plebiscito que entrega a los ciudadanos la decisión sobre la posibilidad de contar con una nueva Constitución y por el mecanismo para discutirla y aprobarla. Además, hemos reafirmado que la integración de dicha instancia deberá contar con el mismo número de hombres y mujeres, al mismo tiempo que debe considerar la incorporación de los pueblos originarios y la adecuada representación de los independientes.

¿Quién se lo hubiera soñado hace tres meses atrás? Y por eso que, en momentos muy delicados para nuestra institucionalidad política, y muy especialmente para la reputación de la clase dirigente, es que creo debemos reconocer el importante esfuerzo que se ha hecho. Son muchos los partidos, tanto de izquierda como de derecha, que han tenido que pagar costos por las decisiones que han adoptado. No ha sido fácil y tampoco lo será más adelante. Pero confío en que estos gestos y decisiones -solo propios de quienes ponen los intereses del país por sobre los de su específica parcela- serán reconocidos por esa inmensa mayoría del electorado; el que, en algún momento, sinceramente espero, también deberá reprochar y castigar la frivolidad maximalista de quienes nunca han creído en este camino, porque tampoco creen mucho en la democracia.

Por lo mismo, y para por fin distinguir entre la opinión pública y la opinión "publicada", es que también espero que ese pronunciamiento, en sucesivas decisiones, sea mediante el voto obligatorio de todos los ciudadanos y ciudadanas.

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