Funas políticas

insulza


Nuestra política ha venido dejando de ser el ámbito donde representantes de la diversidad que contiene nuestra sociedad, debaten asuntos de interés común, a fin de concordar lo que sería mejor para el conjunto.

Con el deterioro de las instituciones, ha venido el deterioro de la cultura democrática. Escuchar, motivo de castigo. Discrepar, una herejía. Concordar, sinónimo de traición. La diatriba y el insulto acechan a quien osa ser diferente. La "funa" política se ha transformado en hábito. Las redes sociales, en festival de ellas.

Hemos vivido casos notables en estos días. Como las diatribas de parlamentarios a Jorge Burgos, exministro de su gobierno, por haber aceptado una invitación del Presidente a entregar su opinión sobre la acusación constitucional que enfrentaba. No era a defenderlo, sino a dar opinión. Hasta de violador de DDHH lo calificaron. Tuvo la dignidad de no dar explicaciones a la jauría. (Los indignos se doblegan).

También sufrieron funa desde sus propias filas, Beatriz Sánchez; y luego, los diputados Boric y Jackson, que protagonizaron penosas autocríticas posteriores. Experiencia similar vivió el senador Insulza, funado por militantes socialistas.

El PC es proclive a su uso. Los diputados Auth, Meza y Jarpa han sido sus víctimas mas recientes; por no ser jueces dóciles de su acusación al Presidente. La decisión de castigarlos del consejo del PR, visto por quien vivió 1973 y 1990, me hizo reflexionar sobre la sumisión e irrelevancia de esa que alguna vez fue exitosa centroizquierda.

Quiero advertirlo. La funa política jamás ha tenido genealogía democrática. Es heredera de la Inquisición, del linchamiento en el Far West, del pulgar hacia arriba o abajo del circo romano, de los juicios stalinistas de Moscú en 1938 con autocríticas que no ahorraron a nadie el cadalso; de la usanza nazi de humillar a los judíos obligándolos a bailar en la calle y más tarde, de aniquilarlos por el solo hecho de serlos.

En la funa política se incuba una cultura represiva. Germina en ella, la violación de derechos humanos de mañana. Sueñan con paraísos si triunfan, pero futuros nacidos del abuso al otro, la intolerancia y la violencia, jamás llegarán a serlo. Nos lo dice la historia. Los indóciles, los que piensan distinto, incluso funadores caídos en desgracia, solo pueden esperar represión, coacción, persecución.

La esperanza y la congoja cohabitan bajo el techo de incertidumbres que hoy vive Chile. No es raro. Una u otra puede ser premonitoria del futuro. Y no lo decide el azar. El final dependerá decisivamente de la capacidad para construir en conjunto un país mejor, a partir de las personas de esos mundos diversos, que conforman Chile. En estos días estamos tallando los rasgos de lo que viene. Los que optan por escuchar, compartir y acoger, construyen otro Chile que quienes exaltan el odio y la agresión patotera.

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