Gasto en aniversario de la Fach

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Aviones de la Fach durante la ceremonia de cambio de mando. Foto: Defensa.


La relación del Presidente Piñera con las Fuerzas Armadas nunca se ha visto fácil. Fue políticamente contrario al general Pinochet, votó No en 1988 y hay cierta idea de que no se siente cómodo, ni entretenido, en desfiles y ceremonias. Por eso, no sorprendió el reproche a los gastos en el cambio de mando de la Fuerza Aérea y muchos han discrepado por la forma en que lo hizo, pues le suponen cierto oportunismo "electoral" o porque le reprochan no haber planteado el punto de manera privada.

Aunque en mi caso tengo la mayor afinidad con las instituciones de la defensa (valoro mucho su vocación, su disciplina, sentido de responsabilidad y valores), estoy de acuerdo con el Presidente y creo que el episodio debiera ser un buen llamado de alerta para un análisis sereno por parte de sus mandos. El gasto en sí no es el tema de fondo, el hecho que sea exagerado es síntoma de un problema más sustancial, que se asoma de distintas formas, esto es, que parece haber la percepción de que las instituciones son, en cierta forma, de sus integrantes, y que su vocación personal se identifica con el rol que les corresponde.

Entrevistado el general Ortega, ex comandante en jefe de la Fach, señaló que si al Presidente le molestaba este despliegue bastaba que lo hubiera dicho y "habríamos ocupado las horas de vuelo igual, pero en otra cosa", para luego afirmar que estos despliegues tienen un sentido disuasivo y que basta tener "dos dedos de frente para darse cuenta". Este es el tipo de declaración que me hace pensar que el Presidente acierta con su llamado de atención y que el gasto es sólo un síntoma de un problema incipiente.

Las FF.AA., como otros organismos profesionales del Estado, existen para cumplir una función técnica, pero sus medios, la oportunidad en que se usan, así como las finalidades que se persiguen con ellos, corresponden a definiciones políticas que se adoptan dentro del marco y las competencias propias del estado de derecho. No es razonable que un ex comandante en jefe de una institución de la Defensa, con todo el respeto que me merece, hable como copropietario de sus recursos. Por otra parte, la disuasión militar se usa en la forma y oportunidad que el jefe de Estado define, no las propias instituciones.

Detrás de este episodio se intuye el riesgo de que se pueda estar incubando cierto culto a la personalidad respecto de sus propios mandos y nada está más alejado de instituciones profesionales, en una democracia constitucional, que una lógica de este tipo. El respeto a las FF.AA., a sus mandos, a su doctrina, es esencial, pero depende de que se enmarque en esa digna sobriedad del soldado profesional que se realiza en el sacrificio y no en el oropel de los cargos.

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