Humildad, paciencia y lucidez

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El regreso al poder de la centroizquierda en el 2014 resultó de la conjunción de dos grandes factores. Por un lado, el estallido en 2011 de movilizaciones sociales de una magnitud desconocida. Por el otro, la existencia de una figura como Michelle Bachelet dotada de una popularidad incontrarrestable.

Ninguno de los dos factores estará presente en el nuevo cuadro político. La forma como se está iniciando el segundo periodo del Presidente Piñera es un buen antídoto frente a la posibilidad de grandes estallidos sociales. Han abundado durante estos días los llamados a la unidad y a los acuerdos. Los cinco ejes de la acción gubernamental son más que razonables. Lo mismo puede decirse de los doce proyectos a los cuales se les puso urgencia para su tramitación en el Congreso.

Le creo a la Presidenta Bachelet cuando dice que "a esto no volverá". Y no se divisan factores externos que vengan en ayuda de la oposición. Estamos obligados a apoyarnos en nuestras propias fuerzas y en las dinámicas que estas sean capaces de generar. La tarea se advierte difícil. A diferencia de la derecha no disponemos de una retaguardia sólida. Nada comparable a la existencia de una enorme red de universidades, centros de estudios y medios de comunicación. La pobreza de la centroizquierda es en este ámbito franciscana. No existió nunca un diseño destinado a construir una base político-cultural sólida. Los intentos por avanzar en esa dirección fueron siempre aislados y terminaron en fracasos. Fuimos ingenuos e irresponsables.

Debiéramos aprender la lección porque no se saca nada con llorar ahora sobre la leche derramada. Tenemos que reconstruirnos a partir de nuestras precariedades. Será duro pero a la larga nos hará bien. En este proceso se verá quién es quién. Sabremos quiénes son los que mantienen sus convicciones intactas, quienes han hecho de la política una vocación que no se abandona, quienes entienden el poder como instrumento de transformación al servicio del interés general y no del propio, quienes tienen la lucidez para captar los signos de los nuevos tiempos.

Se separará así la paja del grano. En un principio seremos menos pero más confiables. Podremos recuperar amistades que se perdieron en los fragores de las disputas por espacios de poder. Haremos nuevas amistades. Poco a poco se irá constituyendo un espacio abierto en el que prime la reflexión crítica y autocrítica, el debate razonado, la propuesta inteligente. Así se construye una verdadera nueva mayoría.

Se necesitará de mucha humildad para reconocer nuestros errores e insuficiencias. Ya no es posible hacer borrón y cuenta nueva. Tenemos que generar buenas explicaciones. Sin ellas no superaremos la aguda crisis de confianza que enfrentamos. La recomposición de las relaciones con el mundo social requerirá de mucha paciencia. La fractura generada es múltiple y profunda.

Pero, debemos ser, al mismo tiempo, enérgicos en la reivindicación de las cosas buenas que realizamos. Es cierto que fallamos en la defensa de nuestras realizaciones y eso nos alejó de amplios sectores que dejaron de entender lo que decíamos. Se necesita un balance ecuánime de la transición. Solo sobre esa base será posible sostener un diálogo intergeneracional que no sea ni nostálgico ni soberbio.

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