Incierto escenario electoral en EE.UU.

El áspero primer debate entre Donald Trump y Joe Biden evidenció el alto nivel de polarización que cruza a Estados Unidos. La noticia de que el Mandatario dio positivo al Covid-19 añade nuevas incertidumbres al proceso.



Desde el 26 de septiembre de 1960, cuando se realizó el primer debate presidencial televisado en la historia de Estados Unidos, entre el entonces vicepresidente Richard Nixon y el senador John F. Kennedy, estos eventos se han convertido en parte clave del proceso electoral de ese país. Si bien el efecto sobre el resultado final es relativo, según coinciden los analistas, hay casos excepcionales, como el de Ronald Reagan en 1980, cuando después de su primera confrontación con el entonces Presidente Jimmy Carter se disparó en los sondeos, superando por 10 puntos a su contendor, quien hasta antes del debate lideraba las encuestas. O el caso del expresidente Barack Obama, que en 2008 amplió su ventaja con el candidato republicano John McCain de dos a siete puntos después de su primer cara a cara. Pero logren o no sacar provecho en las encuestas, los debates sí permiten a los candidatos presentar las líneas generales de sus propuestas y demostrar sus capacidades persuasivas, y son por ello decisivos para los desafiantes.

Sin embargo, nada de eso sucedió en el debate del martes pasado en Cleveland, Ohio, entre el Presidente Donald Trump y el exvicepresidente Joe Biden. Durante poco más de 90 minutos, las propuestas concretas escasearon y en su lugar primaron los ataques personales y las constantes interrupciones. Algunos medios hablaron de “un espectáculo deprimente”, mientras que otros de un “show de horror que atemorizó a EE.UU.”. Trump acusó a su contendor de no haber hecho nada en sus 47 años en el Congreso y de estar cooptado por la izquierda de su partido, mientras que el candidato demócrata no dudó en descalificar al Mandatario, acusándolo de “payaso” y “mentiroso”. Todo ello evidenció el nivel de polarización y crisis de la política estadounidense, y relativiza cualquier análisis tradicional sobre la performance de los candidatos y su eventual impacto en la campaña. Ello, pese a que los sondeos dieron al exvicepresidente demócrata como el ganador de la noche frente al presidente Trump.

La campaña ha entrado ahora en una suerte de suspenso luego de que el Presidente Trump fuera diagnosticado con Covid-19, lo que obligó a su internación en un hospital militar. Las erráticas declaraciones acerca de su estado de salud han generado un clima de incertidumbre, que solo se podrá despejar en los días venideros. Solo entonces habrá más claridad si se podrán llevar a cabo los debates restantes, y si la enfermedad de Trump ha tenido algún efecto electoral, considerando que las encuestas muestran que el candidato demócrata lleva la delantera.

A la espera de cómo decanta el escenario tras los problemas de salud de Trump, el debate había mostrado por una parte a un candidato demócrata avejentado y que aún no logra entusiasmar plenamente a su sector y, por otro, a un Mandatario dispuesto incluso a cuestionar la transparencia del proceso y que no fue capaz de responder si la noche del 3 de noviembre reconocerá el resultado en caso de ser derrotado. Desde hace varias semanas, Trump venía poniendo en duda la limpieza de la elección, sembrando así un peligroso germen de desconfianza en un sistema que, si bien no es perfecto, ha demostrado ampliamente su solidez.

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