La fragilidad de la vida moderna (o la tiranía de los grandes números)

Imagen Aton_322743
Jornada de rendición de la prueba de Lenguaje, el pasado 26 de noviembre.


La vida moderna se ha transformado en una frenética carrera en la que se trabaja o estudia, se entablan relaciones personales y sentimentales, se abordan múltiples proyectos, pero rara vez hay tiempo para dedicarse a uno mismo, para tratar de ser mejores personas. Y quienes se ven mayormente afectados por este vacío interno son los más frágiles, es decir, los jóvenes; esa juventud que a menudo se encuentra a la deriva.

Es cierto que necesitamos de algunas cosas y bienes para poder vivir con dignidad. Es  la aspiración de prácticamente todos los humanos. Pero los objetos solo nos acompañan por un tiempo, luego envejecen y se desvanecen. En cambio, nuestro ser interior estará con nosotros durante toda la existencia. De su desarrollo depende la verdadera felicidad, no de la mera acumulación de riqueza material. Dedicando más tiempo a conocernos y cultivar nuestra personalidad, seremos capaces de mejorar muchos aspectos de la vida exterior.

El filósofo griego Sócrates decía "conócete a ti mismo", para así poder llegar a tener una mejor relación con el mundo que nos rodea. Y partía por el inicio de todo, por nuestro propio ser. Las cosas, los objetos, quedaban relegados a un segundo plano. Es que la filosofía, esa actividad natural en el individuo de preguntarse y buscar la sabiduría que le falta, es la clave que nos ayuda a identificar nuestras capacidades, debilidades y acervo humano. Es esencial para elegir nuestro destino y no dejarnos arrastrar por las circunstancias, aún en aquellos casos en que los hechos aparentan ser muy positivos y alentadores, pero que ante un mayor escrutinio puede que no sean ni lo uno ni lo otro. Es también lo que está ausente en la educación de adultos y gente joven de Chile, y que se ve reflejado en las altísimas tasas de suicidio y depresión existentes en el país. Hay un vacío que no se logra llenar con la sola acumulación de posesiones y patrimonio.

El esfuerzo interior es lo que nos enriquece y nos hace ser mejores. No se necesita tener ingentes cantidades de dinero para lograr esto, y a menudo el exceso de bienes nos transforma en seres fríos y poco solidarios. En cambio, es forzoso estudiar y estudiarse, estar siempre alerta y concentrado, despreciar lo material y menospreciar las tentaciones.

Pareciera que en la vida moderna ya no importaran los contenidos, sino la relación de éstos con el mundo externo, su interpretación material y el aprendizaje mecánico de cómo tomar decisiones. Igualmente, en la educación formal se siguen introduciendo asignaturas a mansalva en el cerebro de niñas, niños y adolescentes, mientras que los exámenes son meros concursos de preguntas y respuestas, donde no se entregan  explicaciones del por qué de las cosas. Estamos produciendo verdaderas máquinas vacías, impasibles, que llegan al mundo real solo a producir y consumir, en lo que he denominado como "la tiranía de los grandes números". ¿Es este el legado que pretendemos dejarle a la juventud de nuestro país?

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.