Las otras disculpas del ministro

Varela


En una reunión con sostenedores de establecimientos particulares subvencionados, el ministro de educación Gerardo Varela pidió perdón "por lo mal que los han tratado". La declaración provocó una reacción sorprendentemente destemplada por parte de algunos voceros de agrupaciones de estudiantes e incluso algunos académicos, lo que nos indica que hay algo interesante en dichas declaraciones.

Desde el punto de vista técnico, el gesto es importante para el sistema. Los sostenedores particulares subvencionados concentran la gran mayoría de la matrícula escolar, lo que es lo mismo que decir que son el mayor educador de Chile, responsable de los aprendizajes de más de la mitad de los niños y niñas del país. En consecuencia, es de toda conveniencia y racionalidad que el responsable político de la educación tenga una relación clara y fluida con quienes educan cada día. Esta idea de colaboración y confianza, que se sustenta en un criterio técnico de buen funcionamiento del sistema, llevaba cuatro años en un cajón. El gobierno anterior tenía como prioridad en sus políticas la educación estatal, y se dedicó en buena medida a fortalecerla, al mismo tiempo que restringía las normas que, a su parecer, beneficiaban injustamente a los sostenedores particulares subvencionados. Si bien la efectividad de las medidas de fortalecimiento (carrera docente, desmunicipalización) está por verse, la restricción sobre los particulares subvencionados fue draconiana. La llamada Ley de Inclusión, arrasó con la inversión privada en educación escolar, restringió fuertemente la creación de nuevos colegios y su ampliación a nuevos niveles educativos y los obligaron a operaciones financieras onerosas y desproporcionadas (como la obligación de comprar el terreno donde funcionaban) que disminuyeron en términos netos la inversión en calidad. La única limitación a la ofensiva de la administración anterior contra los particulares subvencionados fueron sus aliados más conservadores y la porfiada realidad que los obligó a corregir dos veces la ley.

Desde una perspectiva política, pedir disculpas es significativo para el relato de confianza que se está construyendo. En el fondo, demuestra comprensión de que estos dos actores clave deben trabajar juntos para mejorar la calidad de la educación, sin que por eso sus roles se confundan. El gobierno anterior usó todo su poder político y mediático para hostigar a los sostenedores y establecimientos particulares subvencionados, incluso a los padres que los eligen. La frase de los "patines" ha quedado en la memoria, pero otras rayan en el clasismo y racismo. Nicolás Eyzaguirre dijo: "Las familias son seducidas por ofertas de colegios inglés (sic) que solo tienen el nombre en inglés y que por $ 17 mil le ofrecen al niño que posiblemente el color promedio del pelo va a ser un poquito más claro". Nunca se pidió disculpas por ello. Sorprende que algunos dichos sobre preservativos causen polémica, considerando el lamentable nivel al que nos habíamos acostumbrado. Al parecer ahora se avanza en otra dirección.

Bueno, ¿y por qué la reacción furiosa de algunos actores del sistema educativo? Detrás de las palabras del ministro hay un lineamiento político claro que se refuerza por el tono de disculpa: la educación privada tiene un valor y un rol central en Chile, que el Ministerio tiene el deber de proteger y promover, en desmedro de nadie. Al parecer, decir eso hoy es un escándalo.

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