Lavín el revolucionario

El alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín . FOTO: LEONARDO RUBILAR/AGENCIAUNO


Lavín siempre ha elegido el camino de la política llamativa. Cuando todos sus congéneres de la UDI rendían pleitesía disciplinada a la dictadura, solo a su fecunda imaginación se le ocurrió llamarla La Revolución Silenciosa, y escribió un libro sobre ello, del cual circulan muy pocas copias. Parecía entonces el más prometedor de esa generación de jóvenes formados por Jaime Guzmán y que iban a ser la Cámpora del pinochetismo en la naciente democracia. Pero una derrota inesperada en el distrito de Las Condes a manos de una desconocida Evelyn Matthei lo sacó del primer plano en los años 90.

Esa historia perdida en los años se ha repetido una y otra vez. Joaquín Lavín, con su ingenio infinito para leer lo que las audiencias conversan en los asados y almuerzos familiares, ha sido más audaz que nadie, pero cuando está a punto de tocar la gloria, siempre cae por una razón inesperada. Su cosismo estrafalario en años todavía de transición lo tuvo a punto de ganar la elección del 99 y jubilar anticipadamente a Ricardo Lagos. Probablemente la foto de todo su sector arropando a Pinochet en su prisión domiciliaria en Londres le jugó una mala pasada electoral en el último minuto.

Por tanto, ese acierto de apostar por la integración social en Las Condes, su zona de confort electoral, no es novedad en su trayectoria. Como tantas veces percibió correctamente el signo de los tiempos, ahora expresado en redes sociales, donde es realmente un artista y se dio cuenta de que la desigualdad en Chile se ha convertido en un tema irritante. No es tema nuevo, también la expresidenta Bachelet lo tomó en su discurso inicial con su frase de que el único enemigo que tenía era la desigualdad. Esa promesa quedó rota en el momento en que su propia familia se saltó la fila del banco para obtener un crédito millonario e intentar hacer una pasada inmobiliaria.

Pero la indignación no se fue y Lavín se apropió de ella, mientras el resto de la derecha hablaba de progreso y solidaridad. Una vez más ha sido llamativo y contracorriente con su propio sector, que con resignación ha tenido que volver a bailar al ritmo del actual alcalde. Pero sin duda, la pregunta será si esta vez el alcalde de Las Condes logrará el despegue que se le ha negado con anterioridad.

Hay varias incertezas que impiden dar una respuesta clara. Un punto de quiebre será la elección de gobernadores del año 2020. El mejor candidato que puede tener la centroderecha para el apetecido cargo de gobernador de la Región Metropolitana es el propio Lavín. Tiene una popularidad y un respeto que va más allá de los votantes tradicionales de derecha. Al frente tampoco tiene ningún contendor que pueda hacerle el peso. Pero para el alcalde esa elección es un laberinto en el que en todas las salidas está el Minotauro. Si acepta el desafío, le será muy difícil ser candidato presidencial al año siguiente; si lo rechaza y la derecha pierde, tendrá que pagar las culpas, complicando su presencia en la boleta presidencial.

Por otro lado, está el difícil tema del tiempo. Con la excepción del actual Presidente de la República, ninguno de los candidatos que llegaron en los cuatro primeros lugares (Sánchez, Guillier, JAK) sonaba en el primer año del gobierno de Bachelet, donde parecía que finalmente había llegado el momento de Enríquez-Ominami, junto con varios ministros que sonaban como presidenciables. La historia sabemos cómo terminó. Para poder sostener en el tiempo la popularidad que tiene ahora, Lavín tendrá que superarse a sí mismo en creatividad.

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