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Pedro Sánchez
Foto: Reuters


Para las izquierdas y el progresismo de América Latina y Europa los últimos 10 años han sido de miedo. Abundan las derrotas. Los grandes liderazgos de la última década o se han debilitado, o languidecen o han simplemente desaparecido. La lista es demasiado larga.

Esa avalancha de malas noticias ha sido teorizada. Se trataría del fin de un ciclo caracterizado por las crisis del populismo y la bancarrota de la socialdemocracia. De este panorama desolador se exceptuarían, básicamente, sólo dos países en los que las izquierdas continúan gobernando: Portugal y Uruguay. Grandes países en muchos sentidos, pero demográficamente muy pequeños para no ser considerados como las excepciones que confirman la regla.

Las derechas y los conservadores se apresuraron a cantar victoria. Las políticas de inclusión descalificadas todas por "populistas" habían sido derrotadas y quedarían definitivamente atrás como pesadillas que no debieran volver a repetirse.

La realidad es afortunadamente más fluida. En las últimas semanas las noticias han mejorado. Grandes sectores de Argentina se han rebelado en contra de un ajuste injusto que recae con todas sus fuerzas sobre los sectores populares y una gran ley sobre el derecho de las mujeres a decidir fue votada en el Parlamento. En Chile, con una izquierda sumida todavía en las profundidades de su derrota, ha surgido un movimiento feminista que está calando muy hondo en una sociedad ampliamente machista.

Políticamente, la gran sorpresa vino de España. Pedro Sánchez, a la cabeza del PSOE, un partido que muchos se han apresurado en dar por casi muerto logró desbancar a Rajoy y al PP. El inicio del nuevo gobierno ha sido auspicioso. Un gabinete con 2/3 de mujeres ocupando además las principales carteras es una novedad mundial. De lejos el de mayor participación femenina en la historia de España.

Sánchez no la tiene fácil. Por el contrario, tiene muchos factores en contra: poco tiempo, poca plata y pocos diputados. Así y todo puede hacerla. El desprestigio del PP es enorme. Ciudadanos, la vedette de los últimos meses, ha quedado descolocado y Podemos no puede restar su apoyo a una agenda progresista. En los últimos días Sánchez ha dado una lección de decencia y humanidad frente a la brutalidad de Matteo Salvini, el nuevo hombre fuerte del gobierno italiano. La apertura del puerto de Valencia a los refugiados del Aquarius le ha dado una gran respetabilidad internacional y un muy fuerte apoyo también en España.

Es cierto, los riesgos de Sánchez son enormes. El fracaso de Hollande en Francia pena del otro lado de Los Pirineos. Pero, existe la posibilidad también de que con otra política logre la convergencia de las fuerzas progresistas haciendo posible un triunfo en las elecciones del 2020.

Aunque no ganó, los más de ocho millones de votos que logró Petro en las presidenciales de Colombia son también una buena noticia. Colombia es otra. Parece haberse acabado la competencia limitada entre liberales y conservadores. Ha surgido una izquierda que de mantenerse la paz representa por primera vez una alternativa.

En ocho días más, Andrés Manuel López Obrador ganará la elección presidencial en México. Con él se abrirá un período muy desafiante en el segundo país más grande de América Latina. Y, en unos meses más, el 7 de octubre, debe comenzar a resolverse el principal misterio de la política en el continente: ¿Quién será el futuro Presidente de Brasil? ¿El propio Presidente Lula? Nadie lo sabe.

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