Necesidad de un debate fiscal civilizado

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Ministerio de Hacienda, en calle Teatinos 120. Foto: Andrés Pérez


Abordaré tres puntos sobre política fiscal. 1. Las muy desafortunadas declaraciones del ministro de Economía sobre el balance fiscal de 2017. 2. Cómo ha evolucionado en este decenio, esto es desde la crisis financiera global de 2008, el manejo o responsabilidad fiscal de Chile. 3. El conjunto de la situación fiscal para 2018.

Primero, las mencionadas declaraciones parecen implicar que ha habido unos gastos no declarados y que sorpresivamente aparecen. Eso es absolutamente falso; como el tema es complejo para la opinión pública, es fácil desinformar. El balance fiscal efectivo de 2017 sigue siendo el mismo publicado meses atrás; son los mismos gastos e ingresos efectivos. Muy malo andar sembrando sospechas, cuando el Presidente Piñera ha reiterado sus bienvenidas intenciones dialogantes. Lo que ha cambiado es la estimación del llamado balance fiscal estructural que involucra, entre otros, un cálculo de la diferencia entre el precio del cobre tendencial (de mediano plazo, estimado oficialmente en US$2,56 la libra para 2017) y el precio efectivo del cobre entonces. El error desafortunado estuvo en el cálculo de este precio, y el error se corrigió con el Consejo Asesor Fiscal. Repito, ello no afecta la recaudación de ingresos y gasto efectivos de 2017.

Segundo, el déficit (efectivo y estructural) y ha crecido, exhibiendo un déficit durante los cuatro años del gobierno de la presidenta Bachelet II. ¿Es ello muy preocupante? Siempre hay que ser responsable con las cuentas públicas. ¿Desde cuándo viene el déficit? Hasta antes de la crisis financiera global de 2008-09 Chile había sido notablemente responsable, con elevados superávits. Con ello, el fisco había acumulado más de US$20 mil millones al 2008; entonces, era acreedor del mundo pues tenía más activos que pasivos financieros. Llegó la crisis, las exportaciones del mundo colapsaron así como el precio del cobre y la economía nacional entró en recesión.

El gobierno de la Presidenta Bachelet I reaccionó aumentando la inversión pública y el gasto social. Naturalmente, ello provocó un déficit que Chile cubrió con los fondos acumulados. Gracias a su acción vigorosa comenzamos a salir muy rápido de la situación recesiva. Fue una acción vigorosa y oportuna, contra-cíclica de Chile; el Fondo Monetario, la OCDE y buenos economistas lo han reconocido. Es equivocado criticarlo.

Ese periodo fue seguido por una recuperación de los mercados mundiales y un notable aumento del precio del cobre, que arrastró hacia arriba al empleo y la producción nacional. Era la ocasión para reordenar las cuentas fiscales. Ello solo sucedió parcialmente. El hecho es que en el 2012, no obstante gozar de un precio de US$3,61 la libra de cobre, el fisco había acumulado pasivos superiores a sus activos y había perdido su posición de acreedor neto. Además, los cuatro años del Presidente Piñera mostraron déficits estructurales y sus pasivos o deuda fiscal se triplicaron. Los déficits del gobierno que lo siguió y la duplicación de la deuda no fueron novedad sino continuismo.

Tercero, se requiere reorden fiscal, pero no reviste gravedad. A pesar del creciente endeudamiento, la deuda neta es del orden de 13 a 15% del PIB anual; ejemplar en este mundo. Pero hay que cuidarlo y por eso las cuentas fiscales no soportarían una reducción de la tributación. En cambio, si una simplificación del sistema con un combate reforzado de la evasión tributaria para que las mismas tasas recauden mejor.

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