Nombramiento de jueces



Señor director

Transcurridos casi dos meses desde la injusta rotulación que hiciera el ministro de Justicia y Derechos Humanos sobre los jueces nombrados en las últimas dos décadas, se impone la pregunta sobre si el "neteo" ha estado operando en estos días. El pésimo sistema de nombramientos no es más que una manifestación de las deficiencias estructurales de la propia organización judicial y no puede ser abordado seriamente sin una redefinición radical de la carrera (que para algunos equivale a su supresión) y la eliminación de la superintendencia que ejerce la Corte Suprema sobre los tribunales. Una superación de estas instituciones significaría abocar a la Corte Suprema y Cortes de Apelaciones solo a ejercer labores de jurisdicción, tal cual sus símiles de otras democracias más desarrolladas.

Entregar la reforma de este asunto exclusivamente al análisis y evaluación del Ejecutivo y la Corte Suprema, sin abrir el debate, es un error del que solo cabe augurar un ejercicio de gatorpardismo legislativo, como quiera que uno de los aspectos más relevantes de la evolución comparada más estable en esta materia dice relación con excluir a los tribunales y al propio Ejecutivo de esta decisión y generar con tal propósito un órgano constitucional idóneo, autónomo, de composición plural, con reglas claras, transparentes, en que prime la idoneidad profesional para ejercer la función.

Sobre este último aspecto sería pertinente recoger la experiencia acumulada en materia de selección de alta dirección pública, pero enfocar la crisis actual del sistema de nombramientos judiciales solo sobre tal dimensión -como postula Juan Enrique Vargas- sería un grave error, pues significaría atacar solo una dimensión parcial del mal, dejando subsistente las causas que lo generan.

Álvaro Flores Monardes

Presidente Asociación Nacional de Magistrados

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