Noticias falsas en la era de la posverdad

Fake
Fake News. Imagen referencial.


Hace algún tiempo que varios medios de comunicación empezaron a hablar de la posverdad para referirse a un fenómeno creciente en las democracias, donde los hechos objetivos empezaron a ceder terreno en la opinión pública frente a cuestiones que buscan apelar a la emoción o las creencias personales. Este escenario es, por cierto, caldo de cultivo para la aparición de las llamadas fake news o noticias falsas. Todo ello amplificado, por cierto, por el desarrollo inusitado que han tenido las tecnologías de información y el uso de redes sociales, que ayudan a amplificar un fenómeno que de nuevo no tiene nada, porque la manipulación y la distorsión deliberada de la realidad es un fenómeno que antecede a las democracias. En efecto, la vieja consigna "miente, miente que algo queda", que era parte de la estrategia de comunicación de la propaganda nazi, da cuenta de que verdadero problema en la era de la libertad de prensa, la libertad de expresión y la multiplicidad de fuentes de información, es preciso estar más alertas que nunca y ser conscientes de la necesidad de ser intolerantes frente a este fenómeno que socava nuestra democracia.

Lo sucedido esta semana con la publicación de un tuiter de un locutor de radio sobre un supuesto apoyo de la diputada Camila Vallejo a la pedofilia, unido a otros fenómenos como las imágenes que llevaron a un senador de La Araucanía a afirmar que la muerte de Camilo Catrillanca fue producto de un enfrentamiento (misma tesis que sostuvieron varios medios de comunicación, por cierto), el supuesto pago que recibía la expresidenta Bachelet por haitiano que llegaba a Chile, entre muchos otros varios, a veces ridículos y otras veces lamentables episodios, nos recuerda cuán vulnerables somos y cuán relevante es cuidar nuestra democracia de este flagelo, que debilita la convivencia, aumenta la desconfianza y siembra un manto de dudas en la arena pública.

Lo anterior se sostiene en una premisa fundamental, que la democracia es un sistema que descansa sobre la comunicación persuasiva que, de ser efectiva, logra modificar las creencias, actitudes y conductas. Ello es la base en la que descansan las campañas electorales en la democracia, pero es también la base sobre la que se asienta la legitimidad de un sistema. Si el ejercicio de la comunicación se convierte en un intento de manipulación, entonces lo que se debilita son los principios fundamentales de la democracia.

Sin duda, los medios de comunicación tienen en esto un rol central; mal que mal, no es por nada que se les ha denominado "el cuarto poder". El control de las fuentes es clave para evitar amplificar falsedades que en su origen tienen malas intenciones, y la vigilancia ética de los pares tiene un rol central en el ejercicio de los medios de comunicación.

No obstante, es también muy relevante el rol y la responsabilidad de los actores públicos, sean ellos parte del poder político o aquellos llamados "influencers" y también de los ciudadanos en general, cuyo rol vigilante es clave para evitar la ocurrencia de este tipo de fenómenos.

Cuidar la libertad de expresión, una de las principales conquistas de la democracia, depende de nuestra capacidad de establecer sanciones sociales firmes y categóricas sobre estos hechos.

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