El nuevo centro político

mario desbordes
Foto: Laura Campos


Durante los plácidos días del estío tuvo lugar un hecho que pasó casi desapercibido. Un partido político chileno fue admitido unánimemente y bajo el apoyo entusiasta de la canciller alemana Angela Merkel, a formar parte de la Internacional Demócrata de Centro. Esta organización, que sucede a la Unión Mundial Demócrata Cristiana, agrupa a partidos centristas de diversos continentes. Hasta febrero, sólo un miembro chileno la constituía, nuestra DC. La incorporación de Renovación Nacional, el nuevo integrante, viene a marcar un hito no sólo en la historia de ese partido, sino en la del país.

Por el lado de RN, la incorporación refrenda el perfil plural que éste posee desde sus orígenes, que entronca en una historia más que centenaria, así como una vocación centrista y republicana que se venía acentuando desde hace años. RN modificó su declaración de principios; dio un fuerte impulso un proceso de reconstitución del entramado político e ideológico de la centroderecha chilena, decantado en una mesa común a todos sus partidos, un consejo político y una discusión cuyo resultado fue un documento, la "Convocatoria política", que intenta renovar el discurso usual del sector; en fin, apoyó una candidatura presidencial que, haciéndose en parte cargo de las deficiencias expuestas en el pasado, agrega componentes específicamente políticos a su usual énfasis en la gestión. La inclusión de RN en la IDC es un reconocimiento al pluralismo social e ideológico de ese partido, a su capacidad de comprender en su interior y en una cierta armonía a todas las corrientes de pensamiento de la centroderecha: a socialcristianos, liberales laicos, nacionales y liberales cristianos. RN acaba emergiendo nítidamente como el partido ideológicamente más complejo del sector.

Para la política nacional, la incorporación de RN en la IDC es un hecho contundente, una especie de carga de profundidad que viene a introducir una alteración de fondo en la composición del orden político chileno. Ocurre que un partido pujante social, ideológica y electoralmente, cargado de potenciales liderazgos presidenciales y sostén principal del actual gobierno, es reconocido por la comunidad internacional de partidos de centro como parte suya. Esto viene a alterar el posicionamiento de RN, que pasa a quedar, como el partido más grande del país, instalado de lleno en un centro político que apenas hace unos meses todos declaraban vacante. Se modifica, también, el papel que jugará la DC, ahora con otro partido chileno formando parte de su misma alianza. Queda afectada, asimismo, la trayectoria larga del gobierno y la alianza Chile Vamos, pues, junto a un partido cristiano liberal ("Chicago-gremialista", lo llamó Jovino Novoa), tocado por tensiones aún no resueltas entre los renovadores y la vieja guardia, al lado de un nuevo pero aún pequeño partido liberal -Evópoli- y a otro grupo más bien asentado en el nivel comunal, de orientación socialcristiana -el PRI-, Renovación Nacional, con su amplitud ideológica y política no sólo probablemente tienda a ejercer -y aun sin proponérselo- una creciente influencia en los destinos de esa alianza, sino a ser algo así como el garante político de su continuidad y sus futuros éxitos.

Mario Desbordes y la actual directiva tienen el desafío de consolidar esa posición expectante. La consolidación depende, al menos, de tres tareas.

Primera, mantener e intensificar los espacios de diálogo interno, a fin de que las diversas corrientes encuentren acogida en un ambiente de fraternidad. Segunda, todo partido que, como RN, entra a disputar un espacio principal, ha de intensificar el trabajo ideológico, contar con un pensamiento que se expanda hacia las bases, especialmente a las sociales y estudiantiles, y permita la participación efectiva y pertinente en la discusión ideológica. Tercera, hacer foco en los grandes problemas que enfrenta el país. Cual dijera Alberto Edwards, los grandes políticos se destacan antes que por sumirse en discusiones bizantinas (en la época de la cuestión del sacristán las hubo y hoy las sigue habiendo), por dar respuestas adecuadas a los desafíos más apremiantes de la época. Las exigencias de las clases medias y populares por integración y seguridad, los anhelos de contar con una institucionalidad respetuosa del derecho, atenta a los abusos, donde el poder se halle dividido, tanto dentro del Estado cuanto dentro del mercado, así como entre el Estado y la sociedad civil, han de recibir reconocimiento, expresión y cauce.

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