Pactos y conflictos



Por Gonzalo Cordero, abogado

Esta semana venció el plazo para que se inscribieran las primarias en el Servel, y los partidos que en el pasado conformaron la Concertación y el Frente Amplio no acordaron el mecanismo para tener candidaturas comunes en la elección municipal, ni en la de gobernadores regionales. Como se suele decir, dieron un “espectáculo bochornoso”; tal parece que, mientras los primeros estaban convencidos de que seguían conversando, los frenteamplistas inscribían por su cuenta el mecanismo, pero circunscrito solo a sus partidos.

El asunto es más profundo que el espectáculo de divisiones propio de la política electoral, que es, sin duda, la más cruda. El desacuerdo nos importa a todos, pues nos previene respecto de las opciones de gobernabilidad que enfrenta nuestra sociedad. El fracaso opositor puede explicarse por la juventud irreflexiva y dogmática de unos o por la falta de generosidad y realismo de los otros, que serían incapaces de asumir tanto su declinación como el cambio en las formas que impone la sociedad actual. Algo de razón deben tener ambas aproximaciones.

Es ilustrativo que la palabra pactar tiene una raíz común con la palabra paz. Se puede decir que aquellos que sean incapaces de pactar, también lo serán de alcanzar la paz, y estarán condenados al enfrentamiento, al objetivo recíproco de someterse unos a otros. Este parece ser el ánimo que mueve al Frente Amplio y que los exconcertacionistas se niegan a asumir. El problema insoluble de estos últimos es que siguen presos del discurso con el que justificaron, al menos durante veinte años, el haber gobernado el país aplicando el modelo de desarrollo liberal.

Entonces justificaban sus gobiernos relativamente promercado, e incluso privatizadores, aduciendo que los vetos de la derecha le impedían hacer los cambios que la extrema izquierda reclamaba. Esa conducta los condujo a un verdadero conflicto interior: hoy llevan acomplejados y con culpa una historia que, en realidad, quisieran enarbolar con orgullo. Así, incapaces de delinear un proyecto político propio, están paralizados frente a una izquierda avasalladora en su radicalidad.

Mientras los partidos de la exconcertación sean incapaces de delinear y defender sus diferencias programáticas con el resto de la oposición, ocupar un espacio propio y a partir de ahí explorar un entendimiento, seguirán declinando, sin liderazgos políticos ni electorales.

Una parte de la derecha -básicamente la que aprueba- y los partidos de la exconcertación siguen resistiéndose a asumir lo que está en juego: el país que unos construyeron, básicamente con las ideas de los otros.

“No son $30, son 30 años”. Mientras no se dicte el veredicto de esas tres décadas, es difícil que en la oposición haya pacto y en el país haya paz. Así de simple.

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