Piñera en el frente valórico

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Sebastián


Los grupos conservadores, más allá de su minoría, poseen buena capacidad de marcar agenda y mover estados de opinión. Prueba de ello es el porcentaje que obtuvo José Antonio Kast y el revuelo asociado a la discusión en el Tribunal Constitucional del proyecto del gobierno de despenalización del aborto en tres causales. En ese caso, los grupos opositores no solamente ocuparon los espacios de los medios, sino que lograron involucrar en el tema a la coalición Chile Vamos, que gobernará Chile dentro de unos días.

Tal energía no fue suficiente para que Piñera echara para atrás en la ley de aborto dictada por este gobierno. Al calor de la polémica artificial por la designación de Isabel Plá como ministra de la Mujer y Equidad de Género, las señales fueron claras: el nuevo gobierno no tiene deseos (tampoco capacidad) de retroceder en esa materia. Los altos compromisos de Piñera con el conservadurismo tienen menor valor que el evidente fracaso político que sería presentar una iniciativa restauradora contra el aborto.

Pero en otras materias, Piñera tendrá que concederles puntos a los conservadores, en especial en el matrimonio igualitario, un tema que enardece también a la Iglesia evangélica, que en su mayoría apoyaron al actual presidente y que no dudará en cobrarle sus promesas.

El problema más complejo para el futuro gobierno no son las mayorías ni la oposición, sino su propio mundo. Allí se ha levantado un frente liberal cada vez más audaz en materias de sus propuestas y que amenaza con tormentas para La Moneda. El diputado electo Sebastián Torrealba planteó recientemente una serie de puntos, entre los que incluye la eutanasia. No tendría nada de raro dicha discusión, absolutamente normal en estos tiempos, salvo que el autor de la frase es militante de RN, partido que siempre ha estado en la cancha de los conservadores.

La tensión por la agenda valórica no va a estar en el eje gobierno-oposición como ha sido siempre, sino dentro de la propia coalición hasta niveles nunca visto antes. Una prueba de ello la dio el futuro canciller de Piñera en una entrevista con este medio, donde evadió los temas valóricos bajo el pretexto de que "se aparta mucho de mi tema político". El problema de Ampuero es que justamente este frente será una de las mayores tensiones políticas del gobierno. Un rol importante lo jugará Evópoli, un partido nuevo bastante más liberal que el promedio de la coalición oficialista, aunque su principal líder haya votado en contra del proyecto de despenalización del aborto.

Pensando en su propio futuro político, Evópoli no será el único partido que tratará de diferenciarse. Cada vez más en la derecha leen que los chilenos no comulgan ya con las lecciones morales dadas desde arriba. Además, suena contradictorio declarase liberales y tomarse la facultad de meterse en las alcobas de los ciudadanos. Si el discurso público es que el Estado debe mantenerse lejos de los asuntos económicos, resulta difícil de poder justificar, al mismo tiempo, que se trate de dictarles qué hacer con sus respectivas vidas íntimas.

Para el futuro gobierno esta tensión valórica amenaza con mayores tormentas que la educación o las relaciones internacionales. Pese al evidente corrimiento hacia la derecha que tiene Piñera, primará su pragmatismo. Preferirá no innovar, no complaciendo a conservadores, dejando como está la ley de aborto, y no complacerá a los liberales, no avanzando en materia de matrimonio igualitario. Su criterio de status no dejará tranquilo a ninguno.

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