Póngale el cascabel al gato

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La deuda hospitalaria ha alcanzado niveles nunca registrados en la historia reciente de nuestro sistema de salud. Durante los últimos 10 años se ha incrementado a un promedio anual de 20% real, alcanzando un máximo de casi $350.000 millones en octubre del año pasado. Éste es un problema permanente y estructural para los Servicios de Salud y principalmente para los hospitales de alta complejidad, como consecuencia de los mayores gastos por sobre el presupuesto asignado a cada establecimiento.

Hay diversos factores que explican esta anomalía. Así por ejemplo, está la subvaloración de los aranceles donde los precios que se fijan para las prestaciones no estarían cubriendo los costos reales de las mismas. En efecto, la evidencia demuestra que los recursos entregados por Fonasa a los hospitales públicos solo representan un 56% del total que estos requieren. Ahora bien, es valioso el esfuerzo que está haciendo Fonasa por avanzar en una modernización del sistema de financiamiento buscando sincerar los costos hospitalarios y cambiar los mecanismos de pago ajustándolos al riesgo real de cada paciente. Con todo, se debe profundizar en mecanismos que promuevan la eficiencia y calidad de la atención, alineando los incentivos del financiador y el prestador.

No obstante lo anterior, la dualidad que mantiene el Minsal en la compra y venta de prestaciones a través de Fonasa y los hospitales genera ineficiencias. Es importante modificar esta estructura, con el fin de que los hospitales no reciban fondos públicos de manera directa sino que lo hagan a partir de los convenios que establezcan con seguros privados y el seguro público autónomo.

Asimismo, hay un sobregasto en bienes, servicios y personal. En este sentido, el principal determinante es la inflexibilidad en la gestión de los recursos humanos. Los hospitales públicos tienen sus plantas establecidas por ley, lo que impide adecuarla a los cambios en la demanda y a los nuevos estándares de atención. A esto se suma la rigidez en los sistemas de remuneraciones y la concepción de la carrera funcionaria que impide a un administrador hospitalario aumentar la productividad y disponer de los mejores recursos disponibles. Más aún, la evidencia reciente (Lenz, 2017) muestra que la eficiencia del gasto público en salud desciende a un ritmo anual de 8,7% entre 2011 y 2015.

El principal desafío será transformar a los hospitales en empresas públicas con autonomía de gestión, con un régimen laboral moderno y con consejos directivos responsables de estas nuevas instituciones. De la misma manera, estos hospitales deberían vender sus servicios a precios negociados hasta una cierta proporción de su capacidad, y de esa manera recuperar sus costos.

Los enfermos y particularmente los más vulnerables solo esperan ser atendidos oportuna y adecuadamente. Esta realidad es apremiante y próximo gobierno tendrá que ponerle el cascabel al gato.

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