Populismo y sucesión



No es un secreto que Sebastián Piñera hará esfuerzos especiales para asegurar que su sucesor sea una persona con preferencias políticas, económicas y sociales similares a las suyas. Tratará de lograr tal sucesión haciendo un buen gobierno, como lo fue el primero suyo, y evitando la tentación populista. Buenas políticas públicas –pragmáticas y basadas en teorías generalmente aceptadas- pueden ayudar a que el mencionado objetivo de continuidad política se logre, siempre que se haga un esfuerzo comunicacional excepcional para explicar sus consecuencias. En caso contrario, una oposición populista podrá nuevamente resultar más atractiva para los electores.

El efecto del populismo –definido como el conjunto de medidas propuestas para lograr apoyo popular en el corto, a sabiendas que en definitiva sus efectos serán negativos- puede ser muy dañino, como se desprende de la reciente experiencia regional.

El caso más notable es el de Venezuela, pero existen otros, entre los que se destacan los de Argentina, Brasil, Ecuador y posiblemente, durante el actual gobierno, Chile. En Venezuela, solo unas décadas atrás por lejos el país más próspero de América Latina, el PIB por persona ha caído desde 1990 en aproximadamente un 30 por ciento. En el mismo lapso y en marcado contraste con lo anterior, los PIB por persona de Chile y Perú se han más que duplicado.

Los gobiernos populistas tienden a gastar más que los ingresos que perciben. Déficits fiscales cuantiosos –como aquél de Venezuela, que se está bordeando el 20 por ciento del PIB- no son sostenibles. Sin embargo, en el corto plazo el endeudamiento externo de los déficits fiscales puede evitar sus efectos inflacionarios y también aquellos sobre los niveles de actividad, de modo que la población general solo percibe los beneficios del populismo. Pero a plazos mayores, como está sucediendo en Venezuela, la (hiper) inflación y los problemas de balanza de pagos, tienen un efecto devastador sobre el bienestar de la población general.

Por el contrario no es poco común que los beneficios de una buena política pública solo se pueden apreciar a mediano y largo plazo, y por eso a menudo no resultan atractivas para los electores. El populista opositor, en cambio, le puede ofrecer al votante beneficios concretos a corto plazo y simultáneamente silenciar los mayores costos de mediano y largo plazo que ello involucra.

Es decir, si el gobierno de Piñera desea lograr apoyo para poder perseverar en la implementación de buenas políticas públicas más allá de su mandato, necesariamente tendrá que complementar tales políticas con un esfuerzo comunicacional inédito, que relate convincentemente las consecuencias de dichas políticas en el mediano y largo plazo. Quizás teniendo eso en mente, una buena parte de los ministros del Presidente electo han sido escogidos entre personas con habilidades comunicaciones excepcionales.

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