Rebeca Matte

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Ícaro y Dédalo, obra de Rebeca Matte que tendrá que ser restaurada luego del accidente ocasionado durante la organización de la Fórmula E.

"Una triste noticia que, al menos, vino acompañada del anuncio de la organización del evento deportivo de asumir los costos de restauración. No escribo para hacer más leña del árbol caído". Lee la columna



A principios de febrero, una escultura de Santiago fue trending topic en Twitter, es decir, fue uno de los temas más comentados en esa red social. ¿La razón? Nada de buena. Un vehículo que retiraba vallas que protegían el frontis del Museo de Bellas Artes, las cuales habían sido instaladas por la carrera de Fórmula E, rompió parte de la obra de Rebeca Matte "Ícaro y Dédalo (Unidos en la gloria y en la muerte)", réplica de una escultura donada al gobierno de Brasil en 1922 y que es de gran valor patrimonial.

Una triste noticia que, al menos, vino acompañada del anuncio de la organización del evento deportivo de asumir los costos de restauración. No escribo para hacer más leña del árbol caído. Todo lo contrario. Lo hago porque, a pesar de que haya sido una mala noticia la razón de haber visto el nombre de la gran Rebeca Matte en Twitter, me alegró ver que una escultura fuera eso mismo, noticia. Vivimos en un país de tremendos escultores, de inmensos artistas de la piedra, el bronce y la madera; no debe haber muchas naciones en el mundo que tengan tres figuras femeninas tan potentes como Lily Garafulic, Marta Colvin y la ya mencionada Rebeca Matte.

Chile, país de una geografía y un paisaje dramático, que ha visto construir sus ciudades con las rocas que los canteros extraen de la montaña, no podría no tener grandes exponentes del arte público más formidable de la modernidad. Virginio Arias, Nicanor Plaza, Tótila Albert, Laura Rodig, Samuel Román, Sergio Castillo, Carlos Ortúzar, Juan Egenau, Félix Maruenda, son sólo algunos de los que ya no están. Sin embargo, tenemos leyendas vivas que no descansan para crear: Federico Assler, Francisco Gazitúa, Mario Irarrázaval, Matías Vial, Vicente Gajardo, Hernán Puelma, Cristina Pizarro, Aura Castro, Fernando Casasempere y Osvaldo Peña.

Como a veces necesitamos conocer de éxitos en el extranjero para valorar lo propio, puede ser interesante saber que Francisco Gazitúa fue becado en 1977 para cursar estudios de escultura avanzada en la superprestigiosa Saint Martin's School of Art en Londres, y dos años después, asumió como profesor de dicha institución. A eso podemos sumar su notable obra pública en Canadá y sus aportes escultóricos en distintas partes de Latinoamérica y Europa. Potente es también la numerosa obra en las calles y museos de Francia que dejó Marta Colvin, así como en Japón, Inglaterra, México y Corea, entre otras naciones. Entre 1951 y 1953, Colvin fue becada para cursar estudios en la Slade School de la Universidad de Londres, donde se transformó en alumna y ayudante del escultor Henry Moore, uno de los más importantes de la historia moderna: fue su supervisor de estudios y fue él quien le enseñó a concentrarse en la riqueza cultural de los pueblos originarios de Latinoamérica.

Pero fue Rebeca Matte la que más lejos llegó en términos de reconocimiento internacional. "Su brillante desempeño le llevó a ser nombrada Profesora Honoraria de la Academia de Bellas Artes de Florencia en el año 1918, distinción concedida por primera vez a un extranjero y a una mujer", explican en el sitio Artistas Visuales Chilenos. Hay que aprovechar entonces el entusiasmo del momento por esta grande del arte nacional para conocer más de su trabajo. Sugerencia: recorrer el Cementerio General de Santiago. Vaya, pasee y descubra sus obras "Mi hija" y "Dolor", ambas en mármol, donde se siente toda la emoción de una mujer que ha enfrentado varias tragedias, como la demencia de la madre, la muerte del padre y el fallecimiento prematuro de la hija. Y no deje de conocer su mausoleo familiar, el cual tiene sus puertas de acceso en mármol completamente talladas.

Dos datos más. Si tiene la oportunidad de entrar al Club de la Unión, en el hall podrá apreciar el enorme trabajo que significó hacer "Ulises y Calipso" en 1925. Y, a pocas cuadras de ahí, en pleno bandejón central de la Alameda, está su monumento a los Héroes de la Concepción, encargado por el gobierno en 1920. Puras joyas de una de las grandes escultoras de un país que ha producido, y sigue produciendo, tremendos exponentes de este campo.

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