Rebrotes de violencia


Las últimas semanas se repitieron los hechos de violencia que vimos antes de la pandemia en la Plaza Baquedano, especialmente los días viernes cuando era normal que se quemara un edificio. También aparecieron medios alternativos hablando de protesta pacífica y condenando la represión policial contra encapuchados que amenazaban vecinos, descolgaban semáforos, pateaban paraderos o vandalizaban monumentos nacionales.

¿Quiénes estaban haciendo los desmanes? Por sus banderas y poleras, es posible concluir que se trataba de las barras bravas de fútbol, que fueron la cabeza más fuerte del estallido gracias a sus años de experiencia peleando con la policía. Las mismas barras bravas que emocionaron a los diputados Jackson y Boric al verlas luchando juntas en vez de peleando en los estadios, aunque en Baquedano su blanco fueran los espacios públicos, monumentos o pequeños negocios como la Fuente Alemana.

En este rebrote ambos diputados guardaron silencio, lo que es un avance. Otros como el politólogo Hugo Eduardo Herrera hicieron declaraciones que ilustran uno de los graves problemas de la elite, que ha sido la idealización del estallido. Entrevistado por La Tercera a raíz de su libro “Octubre en Chile”, Herrera dijo que la reactivación de las protestas se explicaba por la falta de integración “...de distintos sectores que no están siendo acogidos en el sistema político y económico” y de “clases medias muy precarias y postergadas que siguen reclamando”. Una justificación paternalista de la violencia, que mezcla a ciudadanos que sufren con llegar a fin de mes, con grupos delictuales que deben ser reprimidos en cualquier país democrático.

El retorno de los disturbios también generó un cambio de conducta en muchas personas que en el pasado minimizaron la destrucción de bienes y espacios públicos. La defensora de la niñez Patricia Muñoz condenó sin matices los ataques contra el mobiliario urbano, calificándolos de “vandalismo puro y duro” y exigiendo a las policías que identificaran y detuvieran a los hechores. El ex subsecretario de Transportes Carlos Melo lamentó que se quemara una micro a una semana del plebiscito, una declaración valiosa, aunque la proximidad con la elección tiene poco que ver con la gravedad del hecho.

El estallido social no tuvo una sola cabeza y la violencia siempre estuvo presente, liderada por barras bravas, narcos o escolares radicales que salieron a la calle junto a sindicatos y ciudadanos pacíficos que exigían reformas sociales. Quienes mezclaron estas cabezas, por conveniencia o simple ignorancia, cometieron un grave error, ya que le dieron un trasfondo épico a los hechos más brutales de destrucción de barrios y comunas de la historia reciente. A casi un año del estallido, parecen haberse dado cuenta de su error. Más vale tarde que nunca.

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