Recta final



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Estamos en las últimas, e igual, a punto de que se nos cocine vivos, nos resistimos aceptarlo. Montesquieu en El espíritu de las leyes (1748) ofrece una pista: “El hombre, ese ser flexible que se amolda en sociedad a los pensamientos e impresiones de los demás, es tan capaz de conocer su propia naturaleza si se la ponen a la vista, como de perder el sentido de ella cuando se la roban”. Más reciente, Paul Valery lo explica de esta otra manera: “La política fue en principio el arte de impedir a la gente meterse en lo que le importaba. En una época posterior agregósele el arte de comprometer a la gente sobre lo que no entiende”.

Si entendiera, alguien se habría atrevido a parar a cuanto sofista le ha estado poniendo pelos a la sopa; como cuando Sócrates le llamaba la atención a Gorgias y sus seguidores que la retórica en el mal sentido-hoy decimos demagogia-es una profesión para adular y complacer con engañifas, parecido en eso a la cocina (la analogía es suya), sin importar si envenena. Nótese qué de virtudes y credenciales posee el “pueblo” últimamente. Es que no hemos tenido entre nuestros constituyentes a alguien de peso como John Adams, lo suficientemente honesto como para decirle nada menos que a Jefferson que nadie en el Continental Congress tuvo otra impresión inicial de la Declaración de la Independencia que el que fuera propaganda elocuente.

Con propaganda bastante más burda que la de los Founding Fathers se ha estado cocinando a fuego lento lo que hace rato se nos tiene preparado. En el primer gobierno de Bachelet, Secom gastaba dos millones de dólares mensuales, en el segundo, cuatro, y de eso hace cuatro años. Tema que no ha sido tema. En el entretanto, la publicidad activista prolifera; en mi universidad es desvergonzada. Días atrás recibí de la Vicerrectoría de Investigaciones de la UCh una invitación a un “Foro de las Artes” sobre “resistencias”, en cuyo afiche promocional aparece una bailarina en un pas de deux con un encapuchado desplegando un lienzo en que se lee “Nueva Constitución o Nada”. No se entiende por qué tan evidente concientización a no ser que dicha vicerrectoría “de investigaciones” esté convencida que la agitación callejera es una manifestación también artística.

Durante décadas se ha hablado de lo nefasto de las campañas del terror de los años 60 y 70. Pues, al día de hoy, llevamos una década al menos en que ha estado sucediendo un fenómeno comunicacional análogo, pero los medios que de nuevo han sido su principal cauce (no me refiero a las redes sociales) no se dan por aludidos. ¿Otro ejemplo de la extorsión que ha acompañado al proceso constituyente? (los medios pasan por una fase de extrema debilidad). Cuando se escriba la historia de la legitimación de origen de la nueva Constitución, esperemos que se tenga en cuenta el punto.

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