Recuperando el optimismo

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Durante varios años, Chile parecía estar encerrado por unos muros de cemento gris. No había entre nosotros aquella alegría de antaño ni la fe en el mañana, sino una atmósfera pesada y a menudo destructora, sobre todo en el ámbito de la política. Pero fue suficiente un cambio gubernamental, un giro de timón, para que el pesimismo comenzara a desvanecerse rápidamente, pues ha primado ahora la visión de ir desechando lo que a todas luces no funcionaba, manteniendo aquello que estaba bien concebido.

El destino nos hizo nacer en este país, tan hermoso y diferente al resto. Nuestra misión era entonces buscar la salida de las dudas y la desinformación que nos invadían, para que de este esfuerzo surgiera una claridad, que es precisamente lo que está aconteciendo en estos momentos. Es el sentido último que se le debe dar a la patria, donde tenemos un destino común, con una infinidad de cosas positivas que nos unen y que es necesario resaltar, para seguirlas valorando. En otros lugares del mundo, muchos huyen de sus destinos, emigran, buscan fronteras distintas. En Chile no necesitamos hacerlo, porque tenemos la fortuna de vivir en paz, en ambientes que aún permanecen sanos - que no se han desintegrado ni estropeado como en la mayoría de las naciones del continente -, lo cual deberemos mantener incólume, entre todos.

Basta mirar a nuestro rededor para darse cuenta del real calibre de los problemas que enfrentan países como Brasil, Perú, Venezuela o México, por nombrar sólo unos pocos. Los niveles de corrupción, criminalidad, malos manejos políticos, negocios turbios, inseguridad ciudadana, represión, ausencia de libertad y descomposición social de aquellas naciones son brutales y no tienen comparación alguna con las dificultades que enfrentamos en Chile, que por muy graves que nos parezcan, empequeñecen y se ven minúsculas cuando se contrastan con los sucesos que a diario nos golpean desde nuestro vecindario, y más allá.

Durante muchos lustros fuimos "pobres pero honrados". Ya hemos dejado atrás la pobreza, por lo menos una gran parte de ella. Sin embargo, hemos ido descubriendo que la honradez y la integridad pueden perderse, y de hecho así ha sucedido. Afortunadamente, cuando esto ha ocurrido se ha tratado de episodios aislados, a pesar de lo cual nuestra ciudadanía ha reaccionado con firmeza e indignación, pero sin los extremismos que vemos en otros países americanos. Esto es altamente positivo; habla bien de nosotros el hecho de mantener indemne la capacidad de sorprendernos y mostrar irritación, sin caer en extremos ni excesos.

En Santiago, pero más aún en el resto de Chile, se respiran aires más frescos y puros actualmente. Las regiones también existen y no están ni remotamente cercanas a una "degradación", no están maleadas. Hemos dejado atrás este interregno para continuar por el sendero de la cordura y la humildad que siempre nos han caracterizado.

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