A río revuelto, ganancia de pescadores

Elizalde
Foto: AgenciaUno.


Los últimos acontecimientos políticos no son promisorios para la centroizquierda. El quiebre del acuerdo entre el Partido Socialista (PS), por una parte, y la Democracia Cristiana (DC) y el Partido por la Democracia (PPD), por otra, por la nominación de Ángela Vivanco a la Corte Suprema revela la profundidad de la crisis que está viviendo la ex Nueva Mayoría.

Después de la estrepitosa derrota que sufrió el proyecto político de la Nueva Mayoría en las últimas elecciones presidenciales resulta no solo esperable, sino también deseable, que los partidos de esta coalición entren en un período de introspección para comprender los acontecimientos políticos y sociales de la última década, condición de posibilidad para construir un proyecto político con vocación de mayoría.

Los orígenes de esta derrota no se encuentran en el primer gobierno de Bachelet. El desgaste de la Concertación fue notorio en el primer período de Bachelet y en gran parte esto le permitió a la derecha, después de más de medio siglo, volver al gobierno de forma democrática. Reflexionar sobre dicho desgaste debería haber sido una de las tareas fundamentales de los partidos de la ex Concertación durante el primer gobierno de Piñera, pero gracias a la temprana irrupción del movimiento estudiantil y al liderazgo de Michelle Bachelet pudieron ahorrarse la tarea y volver al poder. Pero en la vida no hay atajos. Los problemas del primer gobierno fueron arrastrados al segundo, solo que después de cuatro años de ser oposición estos habían crecido aún más.

El movimiento estudiantil les entregó las banderas de lucha y la épica a la entonces Nueva Mayoría y Michelle Bachelet se convirtió en la líder natural para llevar adelante esta nueva etapa. Pero los movimientos sociales canalizan frustraciones heterogéneas, que por lo mismo son difíciles de interpretar y de satisfacer. Interpretar el malestar de la ciudadanía no es tarea fácil, exige un trabajo intelectual riguroso más que voluntarista. Y aquí falló la Nueva Mayoría. Falló principalmente en su diagnóstico, en no entender el proceso modernizador que había sufrido en los últimos treinta años la sociedad chilena.

Falló también en las respuestas que propuso, impulsando políticas orientadas en los años 60 en vez de mirar hacia el futuro y responder a los tremendos desafíos que este nos depara. Falló también en la forma. La arrogancia con que asumieron el rotundo triunfo de Bachelet sobre la candidata de la derecha no les permitió ver que ese triunfo se los dio solo el 25 por ciento del electorado y creyeron tener la legitimidad necesaria para impulsar un programa reformista contra viento y marea; incluso contra la propia ciudadanía, a la cual decían interpretar. Recordemos que las encuestas mostraban un alto rechazo de la ciudadanía a las reformas y al gobierno meses antes de que estallara el caso Caval.

Pero, al parecer, todavía los partidos de la Nueva Mayoría no llegan a un mínimo consenso sobre el porqué de la derrota, y eso por supuesto impide construir un nuevo proyecto político que desafíe a la centroderecha. La actitud del PS de negarle el pan y el agua al gobierno y ahora romper un acuerdo histórico con sus aliados naturales revela tozudez por continuar por el mismo camino fracasado de la Nueva Mayoría y mayor interés por el Frente Amplio que por el PPD y la DC. Por su parte, el PPD se encuentra dividido. Heraldo Muñoz, su nuevo presidente, tiene un discurso moderado y busca avanzar por el camino de la socialdemocracia, pero no tiene muchos adeptos entre los diputados y vicepresidentes de su partido, que presionan por acentuar el camino de izquierda.

La DC, por su parte, busca a través de su nuevo presidente reconstruir el centro político, pero sin mucho apoyo de su bancada de senadores, que claramente están en una actitud diferente. La virtuosa alianza PS-DC, que le dio uno de los mejores gobiernos a Chile durante el siglo XX, se encuentra absolutamente rota y, así como se ven las cosas, no se ve en el corto plazo un proyecto que pudiera unirlas, acrecentando las posibilidades de la centroderecha de mantenerse en el poder. El río está revuelto en la ex Nueva Mayoría y, como dice el dicho, "a río revuelto, ganancia de pescadores".

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