Un país mejor

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La Presidenta Michelle Bachelet concluyó su segundo gobierno con una aprobación del 40% que, aún distante del 80% de la primera vez, ya se lo quisieran muchos otros mandatarios salientes. El alto respaldo es la percepción generalizada de que pese a las serias dificultades -internas y externas- que enfrentó, logró encaminar a Chile en la senda que lleva a un país a ser más justo e igualitario.

El nuevo periodo de Bachelet se desplegó en el contexto de la metamorfosis de una sociedad planetaria que muta de analógica a digital con una brutal diferencia en la velocidad de sus procesos. En la primera, un segundo era nada. En la era digital, alcanza para cambiar la historia de la humanidad. Hoy dos tercios de las decisiones bursátiles se toman en fracción de segundo.

A ello se suman los efectos del cambio climático, el impacto de la robótica en el empleo actual, la irrupción desenfrenada de la inteligencia artificial y el uso monopólico de los datos que incrementan la desigualdad, la exclusión y amenazan la gobernabilidad de cualquier sociedad.

En ese escenario Michelle Bachelet llevó adelante un proyecto político e institucional para establecer un radier de mínimos civilizatorios que, pese a no ser solución inmediata, permitirán afrontar los futuros desafíos que amenazaban terminar en tormenta perfecta de no haberse llevado a cabo buena parte del programa.

La Presidenta impulsó, no exenta de dificultades, una ambiciosa reforma para establecer la educación como derecho social y a partir de la gratuidad -en principio para los más carenciados- avanzar hacia la igualdad de oportunidades. Asimismo, propulsó una reforma tributaria, evidentemente perfectible, para redistribuir recursos y emparejar la cancha.

También alentó un proceso de profundización democrática que puso fin al sistema binominal, provocando un bing bang político que abrió las puertas a la diversidad, que sumó a los jóvenes al debate institucional -fundamental sector etario que estaba al margen de la política formal- y canceló la deuda electoral con los chilenos del exterior.

Bachelet fortaleció el chasis institucional creando el Ministerio de las Culturas para promover la cultura como fundamental valor de identidad y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación para canalizar aptitudes y aprovechar oportunidades únicas de nuestro país en astronomía, energías renovables no convencionales y electromovilidad.

Su gestión también tuvo un fuerte compromiso ecológico expresado en la vasta protección de áreas marinas y el incremento de parques nacionales. En el ámbito valórico se permeó la cultura autoritaria que supone a algunos supremacía para imponer sus creencias a otros. En ello se enmarca la interrupción del embarazo en tres causales y los importantes avances en materia de matrimonio igualitario e identidad de género. Hace solo cuatro años, era impensado.

Asimismo, la gestión de Bachelet permitió implementar leyes que velan por una mejor salud, tales como la del tabaco, de fármacos y de ttiquetado. Está última, considerada por la ONU como la iniciativa más importante para luchar contra la obesidad, la actual peor amenaza para el futuro de la humanidad.

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