Una derrota para la política

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Los senadores de la oposición han aprobado la acusación constitucional contra el ex ministro del Interior Andrés Chadwick. Le acusan de haber infringido la Constitución y haber omitido adoptar acciones para detener violaciones a los DD.HH., con ocasión de los violentos incidentes ocurridos en el país a partir del 18 de octubre. Con ello privan por cinco años de sus derechos políticos al exministro y, lo que es peor, le imputan haber tolerado deliberadamente que se violen los derechos humanos.

Es por supuesto discutible si la actuación del exministro, o de cualquiera de los integrantes de un gabinete, ha sido adecuada en un período determinado. Ellos, como autoridades de gobierno, tienen una responsabilidad política por el cargo que ejercen y están sujetos a la opinión de la ciudadanía que evaluará si lo han hecho bien o mal, lo que expresará en su votación en las elecciones de tipo político. También, por su carácter de confianza del Presidente de la República, pueden estar obligados a dejar su cargo en cualquier momento.

Pero una acusación constitucional es una cuestión muy distinta. Aprobarla es, de acuerdo a la Carta Fundamental, sancionar a un ministro por haber comprometido gravemente el honor o la seguridad de la nación, por infringir la Constitución o las leyes o haber dejado éstas sin ejecución, o por los delitos de traición, concusión, malversación de fondos públicos y soborno. Por eso la gravedad de la sanción establecida para quienes son declarados culpables.

La herramienta que la Constitución provee para sancionar infracciones gravísimas de los ministros a sus deberes está guardada en un cofre que solo puede abrirse en ocasiones especialísimas. En esta ocasión, su sentido se ha desvirtuado y degradado; para transformarse en un arma de tipo político que cause daño al adversario. De un instrumento para proteger la institucionalidad y la nación, la votación de los senadores de oposición la ha convertido en un arma en la batalla política.

Andrés Chadwick ha sido diputado, senador y ministro por muchos años. En el ejercicio de esas funciones ha sido siempre dialogante, incluso cordial, en el trato con sus adversarios. Se ha caracterizado por buscar consensos y su participación ha sido clave en varios acuerdos que han sido importantes para Chile.

La votación en que se aprobó la acusación constitucional presentada en su contra no es una derrota personal de Chadwick, ni siquiera es una derrota política del gobierno de Sebastián Piñera o de la derecha; es una derrota para la política.

Una derrota para el servicio público, para el talento y para el espíritu republicano; que da cuenta de los tiempos que vivimos, donde políticos con la conciencia sucia por exaltación o la tolerancia de la violencia que ha causado tanto dolor a muchos chilenos han intentado limpiarla transformando a Andrés Chadwick en el chivo expiatorio.

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