Una preocupante señal de la política

Las recriminaciones en que cayeron tanto la oposición y el oficialismo en la negociación por las primarias, además de un hecho bochornoso, también reflejan la polarización y lógicas excluyentes que predominan en la política actual.



El proceso de inscripción para primarias legales de alcaldes y gobernadores regionales -cuyo plazo legal expiró esta semana- estuvo muy lejos de constituir una “fiesta de la democracia”, y en cambio devino en un espectáculo lamentable, donde fue posible apreciar hasta qué punto la polarización y la lógica del “todo o nada” ha permeado nuestra política.

Las negociaciones que llevaron a cabo los distintos bloques políticos se extendieron hasta el final del plazo, con distinta suerte. Los partidos de Chile Vamos lograron finalmente ponerse de acuerdo en qué zonas se realizarían primarias para elegir a los candidatos, no sin antes haberse trenzado en agrias disputas respecto de algunas comunas -particularmente el caso de Vitacura-, e incluso haber estado cerca de que el acuerdo alcanzado por los partidos naufragara en la antesala de su inscripción ante el Servel.

Un escenario mucho más complejo es el que se vivió en la oposición, donde finalmente no se logró un acuerdo único y terminó fragmentándose en distintos bloques. Las recriminaciones mutuas entre dirigentes del Frente Amplio (FA) y personeros de la DC así como con representantes del PS, el PPD y el PR -acusándose por la responsabilidad de haber hecho fracasar un acuerdo, así como de “falta de lealtad”- terminaron siendo el elemento dominante, cuyo epílogo es que el FA se inscribió como conglomerado, en tanto el PS, el PPD y el PR terminaron pactando con la DC y el PRO, en tanto este último partido desechó el acuerdo que tenía con el Partido Comunista y el Frente Regionalista Verde, los que no suscribieron ningún pacto.

Es difícil que la ciudadanía sienta cercanía con lo que ha sucedido, y probablemente disputas de esta naturaleza lo único que consiguen es profundizar la desafección con la política. La consecuencia más evidente de esta trifulca es que las primarias han pasado a un plano totalmente secundario, donde su sentido más profundo parece a estas alturas totalmente diluido. Los partidos tienen derecho a evaluar sus mejores estrategias electorales, y cada tienda buscará en una negociación maximizar sus propias posibilidades de triunfo, para conservar o expandir sus cuotas de poder. Pero parece un hecho que la voluntad de involucrar activamente a la ciudadanía para dirimir las candidaturas -como es lo propio de las primarias- es lo que más escaseó aquí.

Los partidos han quedado al debe y es su responsabilidad procurar que mecanismos participativos como las primarias no terminen en la total irrelevancia. La sana competencia y el desafío a los incumbentes son aspectos que ayudan a la sana renovación de la política y promueven mejores estándares en el quehacer público.

Pero más allá de lo bochornoso que resultó esta negociación electoral, la tensión que cruzó todo este episodio resume bien el estado en que se encuentra la política doméstica, altamente polarizada, sumida en lógicas excluyentes y cada vez con más dificultades para llegar a acuerdos y brindar buenos ejemplos de civilidad. El sistema político ha mostrado aquí una de sus caras más lamentables, lo que constituye una inquietante señal para los futuros procesos que habrá de enfrentar el país. La discusión constitucional, así como el diseño de políticas eficientes que permitan al país superar los efectos de la pandemia -los dos grandes retos en que se jugará buena parte del destino de Chile-, pueden verse seriamente entrabados en la medida que sigan prevaleciendo estas miradas poco conciliadoras y demasiado desconectadas de los intereses de la ciudadanía.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.