Director ejecutivo de LyD, Luis Larraín: "Es la tercera vez que el Presidente nos sube los impuestos, espero que no haya una cuarta"

LUIS LARRAIN

El director ejecutivo de LyD reconoce que este es más bien un gobierno de administración para mantener operativo al Estado hasta el fin del mandato y que, como tal, no debiera tener una alta actividad legislativa.


Optimista por naturaleza se califica Luis Larraín, director ejecutivo de Libertad y Desarrollo. Sin embargo, en la reciente coyuntura, reconoce que está difícil mantener esa actitud y derechamente dice que está pesimista con lo que pasará con la economía en los próximos tres a cuatro años. Y eso repercute directamente en el descontento social y en la política, pues, a diferencia de otros expertos, Larraín está convencido de que este malestar ciudadano que se detonó el 18 de octubre tiene sus causas en el bajo crecimiento de los últimos cinco años.

"Tenemos hoy un daño a la economía del país que se refleja en la riqueza que se genera. Hicimos un cálculo que el diferencial de crecimiento del Producto que se ha provocado este 2019 es de US$4.500 millones de menor riqueza. Y si uno toma las proyecciones del Banco Central respecto de las perspectivas previas para 2020, nos dan otros US$9.000 millones", explica Larraín. Todo lo anterior es con una situación actual un poco más normalizada. "Es paradójico, porque esa pérdida de riqueza conspira contra las demandas sociales", agrega.

¿Cómo ve la situación actual y la labor del equipo económico?

-Es complejo para el gobierno y, en particular, para el ministro de Hacienda. Como tratas de satisfacer esas demandas sociales gastando más recursos, provocando más déficit, más deuda pública, se empieza a complicar la clasificación crediticia. Y, por otro lado, generas menos riqueza. Hasta el momento, aún no tenemos un nuevo balance de números que nos explique cómo se va a resolver esto. Tenemos informaciones puntuales. Nos dicen que la reforma tributaria recaudará más de US$2.000 millones, significa que un monto idéntico ya no está en el sector privado para generar riqueza. Cuánto incidirá eso en la recaudación tributaria no está resuelto.

¿Le preocupa el gasto, la reforma tributaria?

-La pregunta es, cuál será el efecto sobre la economía. También lo ha dicho el ministro Briones, es que tiene que haber otro componente para realizar este ajuste y recabar recursos para esta agenda social: el gasto público. Obviamente que se puede reasignar o cortar. En política fiscal es súper claro, en una circunstancia como esta, en que se necesitan más ingresos: o subes los impuestos o bajas el gasto. Entonces, estamos usando una de ellas, con el gobierno muy presionado por la oposición, muy presionado por su debilidad política, porque está en un momento de máxima debilidad política. Entonces, la oposición lo que quiere es presionar para que se ponga en práctica su programa de gobierno y no el de Piñera. Es complicado, porque al final esto puede ser un círculo vicioso si no logras resolver esta ecuación.

¿Cómo evalúa el desempeño del Presidente Sebastián Piñera en estos dos meses, periodo en el que incluso pedían su renuncia?

-El Presidente hizo una suerte de repliegue. Al convocar al acuerdo por la paz y nueva Constitución, hizo una jugada audaz en ese minuto y lo logró. Se veía poco posible un acuerdo en el corto plazo y lo logró. Él tuvo un acierto. Sigue replegado, ha dejado que actúen los ministros, lo que está bien porque él fue un foco al que apuntaba este descontento.

Usted planteó en revista Capital, a inicios de noviembre, que si el mandatario "entregaba la oreja" se acababa de facto el gobierno. Después de nueva Constitución, de no integración tributaria, de reparto en pensiones, entre otras materias, ¿cree que se terminó el gobierno?

-Es un hecho, no una opinión, que la implementación del programa del gobierno de Piñera se acabó. Y las cosas que se están haciendo responden más bien a las demandas que surgen de estos movimientos sociales y la marcha habitual de gobierno, como el reajuste del sector público, porque está con una debilidad política muy grande.

Entonces, ¿cómo se puede llamar a este gobierno?

-Es una suerte de gobierno de administración, que trata de que siga funcionando el gobierno. Pero que está muy debilitado políticamente y con un Congreso adverso, lo que significa que, en mi opinión, la actividad legislativa del gobierno debiera bajar.

¿Apostar a menos proyectos?

-En este ambiente, con tan poco poder, cualquier transformación estructural o en áreas que tienen un componente estructural, saldrá para atrás.

¿Está hablando de la reforma de pensiones?

-Creo que en pensiones, por lo que se escucha en la discusión, ya no es posible para el Presidente cumplir su promesa de que todos los puntos adicionales de cotización irían a parar a la cuenta individual de las personas. Como hoy no hay piso para eso, trataría de implementar lo más completamente posible los cambios al pilar solidario, que están alineados con las demandas sociales. Y postergar el resto, porque el Presidente no es capaz de cumplir la promesa que hizo. Habrá otro gobierno que se preocupará de lo pendiente, de aumentar el ahorro.

¿Y en lo tributario?

-Ya es la tercera vez que el Presidente nos sube los impuestos, espero que no haya una cuarta.

Se ha hablado de que se requiere otra reforma...

-Prefiero creer otra cosa. Lo que ha dicho el ministro Briones es que está estudiando el gasto del sector público para generar recursos. De lo contrario, las posibilidades de crecimiento del país se hipotecan más aún. Hoy tenemos un proceso constituyente que dura dos años. Inversiones de largo plazo importantes por dos años no van a haber. Si le sumas a eso nuevos impuestos no es una buena idea... Se habla de las exenciones, como renta presunta, impuesto a los combustibles. No veo, con esta debilidad del gobierno, cambiando ninguno de los dos.

¿Qué debiera hacer?

-Lo que debiera tratar de hacer es una suerte de gobierno de administración, destrabando algunas cosas para que se siga produciendo en el país, proveyendo orden público para que haya más horas trabajadas, y que las empresas empiecen a producir a un nivel que nos permita mantenernos ojalá en este rango de 0,5% a 1,5%.

Esto es bien complicado, porque tengo un diagnóstico distinto al de la mayoría respecto de las causas de esto. En los últimos cinco años, Chile ha crecido a menos del 1%. Y la desigualdad hoy es menor que la que había hace cinco años. Entonces, es difícil que el estallido haya sido por la desigualdad. Lo que era distinto, es que la velocidad de crecimiento de hace cinco años venía al 3,5% y ahora a menos de 1%. Si mi respuesta, guiado por la calle, es que debo disminuir la desigualdad por la vía de entregar beneficios sociales, descuidando la creación de riqueza, me irá mal. En unos años más voy a tener frustración, porque no voy a poder sustancialmente aumentar los beneficios sociales si no tengo recursos.

Hace dos años ganó Piñera con amplia mayoría y el análisis apuntaba a que las personas valoraban el crecimiento y esfuerzo personal y, ahora, la respuesta a esto es más Estado. ¿Tanto cambió todo en dos años?

-Una de las cosas que pasó es que la promesa de crecimiento no se cumplió. El primer año estuvo bien, el segundo muy mal. Es una promesa incumplida. En eso hay atenuantes para el gobierno, porque tuvo una oposición implacable en materia legislativa, que hizo que sus dos reformas emblemáticas, tributaria y pensiones, después de más de un año de tramitación, avanzaran muy poco. También hubo elementos externos que complicaron la cosa. Pero, en definitiva, lo que cambió es la trayectoria de crecimiento.

Con un 3,5% de crecimiento la gran clase media chilena tiene un determinado nivel en cuanto a sus expectativas relacionadas a cosas cotidianas, como pagos de colegio, las universidades, las cuotas del auto... y toda esa expectativa sigue, pero los ingresos para satisfacer esa expectativa se estancan con un menor crecimiento de los últimos cinco años y debo seguir pagando todo lo anterior. Eso se traduce en un menor ingreso real. Un porcentaje importante de la población no estaba llegando a fin de mes.

Pero también hubo casos bien emblemáticos de abusos, que parecen no quedar con castigo.

En esta pasada se critica el modelo. ¿Qué cambiar y qué preservar?

-Una parte de las demandas no tiene que ver con cambiar el modelo. La gente es mucho menos ideológica que todos nosotros. La gente quiere, por ejemplo, tener salud. Que se la provea este o el otro, no es relevante. Creo que en muchos casos quiere obtener más beneficios del modelo. Quiere consumir más. Es muy ideologizada esa mirada que dice que la gente quiere una sociedad más solidaria.

Prefiero hablar de capitalismo, porque de lo contrario se presta para muchas caricaturas. El informe del Pnud tiene un dato súper relevante: Chile está entre los países de muy alto desarrollo humano. Es cierto que está entre los más desiguales, pero el punto donde realmente se queda atrás es en el PIB. El PIB per cápita se ha mantenido en los últimos años. Pero sí hay algunas cosas que están en cuestión, que me parecen graves. Por ejemplo, que se cuestione el pago por servicios. El No+Tag es una aberración. No+Tag es no más carreteras. Es cosa de andar por Santiago y ver cómo son las autopistasconcesionadas y cómo son las calles, sobre todo en las comunas más pobres. Ese es el Estado financiando la vialidad. El No+Tag se potenció por un ajuste de 3,5% real, con la economía creciendo al 1% y los ingresos subiendo cero. Eso no significa que no puede financiarse la infraestructura con el pago de un peaje. De igual modo son preocupantes políticas que tiendan a congelar las tarifas. Hay otras cosas que han surgido de las manifestaciones sociales con las cuales estoy muy de acuerdo. La disparidad en los montos de inversión per cápita que existe entre las comunas ricas y las pobres no es sostenible. Hay que revisar el esquema del fondo común municipal. Esa es una corrección al modelo, porque no hay ninguna justificación para que eso ocurra.

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