Rodrigo Valdés repasa sus 842 días en Teatinos 120

Imagen Rodrigo Valdes 57

El ex ministro aborda su paso por Hacienda durante la administración de Michelle Bachelet. En un paper que será publicado hoy por el Centro de Estudios Públicos (CEP), desmenuza cómo fue el debate desde dentro del gobierno en tres áreas claves: reformas estructurales, crecimiento y el problema fiscal.


Reflexiones prácticas con 842 días en Hacienda". Así se titula el documento donde el ex ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, repasa su paso por Teatinos 120 durante la administración de Michelle Bachelet. En el paper, que será publicado hoy por el Centro de Estudios Públicos (CEP), el actual académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica discute una serie de temas que estuvieron en la agenda en los últimos años. Específicamente, se centra en tres: el problema fiscal; las reformas emblemáticas como la tributaria, laboral y educacional; y la disminución del crecimiento. En cada caso, se describen algunos de los principales hitos y decisiones.

En su introducción, Valdés menciona que el ser ministro de Hacienda entrega una experiencia y perspectiva única en la discusión de las políticas públicas en Chile. "Por la estructura del gobierno, ese ministerio encabeza el equipo económico y se involucra en múltiples temas, sea directamente porque comprenden uso de recursos, o indirectamente porque se trata de políticas públicas que afectan la economía o la organización del Estado", precisa. Este ministerio también participa en el Comité Político, lo que para Valdés le entrega una panorámica distinta y complementaria. "El ejercicio del cargo brinda, simultáneamente, el conocimiento de temas específicos y una perspectiva global".

En lo fiscal -que es el capítulo que se profundiza en este artículo- ahonda en la idea que tuvo que introducir para cumplir dos objetivos: avanzar en el programa de gobierno pero manteniendo un orden fiscal dada la situación por la que atrave las cuentas públicas. Así, en este contexto, nació el concepto de realismo sin renuncia, el que para Valdés fue difícil de explicar y más aún de entender. "El término realismo sin renuncia trató de resumir el desafío de ajustar expectativas. Aunque fue un concepto difícil de explicar (se entendió como un sí pero no o lo que en psicología se conoce como mensaje doble vinculante) significó un giro importante en la gestión del gobierno".

Para este cambio, Valdés señala que contribuyó en buena medida una mayor conciencia del cambio de escenario económico. "El crecimiento esperado para 2015 disminuyó desde 3,6% a 2,5% (terminó siendo 2,1% y el precio del cobre cayó desde US$3,12 la libra a US$2,75 la libra (y terminó en US$2,50 la libra). Más importante, se proyectó un déficit de 3,3% del PIB, el mayor desde 2009 (terminó siendo 2,1% gracias a más inflación e ingresos)", indica en el documento.

A pesar de la mayor recaudación que teóricamente produciría la reforma tributaria aprobada por el gobierno y la oposición en 2014 (cerca de 3% del PIB hacia 2018), en 2015 comenzaron una tensión fiscal creciente. "Se combinó, por un lado, un programa de gobierno que implicaba gastos fiscales permanentes significativos, que en algunos casos resultaron ser mayores a los previstos inicialmente. Por otro, el país tenía una merma potencialmente elevada en los ingresos fiscales, tanto por la disminución de la tasa de crecimiento del PIB y su efecto en los ingresos tributarios, como por el menor precio del cobre. Además, en ese tiempo existía enorme incertidumbre respecto de cómo evolucionarían estos ingresos", explica el documento.

De acuerdo con el texto, el presupuesto para 2016 tuvo tres elementos centrales: la implementación de una nueva meta para la regla fiscal, un sinceramiento importante en la promesa de construcción de hospitales y salas cunas, y la incorporación de algunas universidades que no estaban en el Cruch, a la gratuidad, pero reduciendo el universo de acceso desde el anunciado 60% al 50% de vulnerabilidad. Un ejemplo del realismo sin renuncia fue que el avance en gratuidad no fuera dependiente de un calendario predeterminado, sino de condiciones, específicamente de la razón entre ingresos estructurales y el PIB potencial, sobre un promedio que fuera más allá de un año.

En su paper, Valdés entrega dos sugerencias: adelantar la fecha de las elecciones presidenciales para que el nuevo gobierno pueda tener injerencia en los presupuestos de todo su período y mover la Cuenta Pública Presidencial más cerca de la presentación del presupuesto.

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