Pandemia y brecha digital, la deuda con los niños y niñas de nuestro país

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Vivimos tiempos de cambios profundos y globales que nos empujan a repensar nuestra forma de organizarnos en sociedad. Los problemas medioambientales, la digitalización y organización social basada en redes, la crisis de legitimidad de nuestras instituciones y la actual experiencia de pandemia, nos desafían a revisar los paradigmas predominantes, entre ellos los educativos.

Más específicamente, nos llevan a preguntarnos, ¿son distintos los conocimientos y habilidades que se necesitan en este siglo 21? ¿Surgen alfabetizaciones nuevas relevantes de enseñar debido a la creciente digitalización de nuestras prácticas? ¿Tienen las nuevas generaciones digitales características cognitivas y culturales diferentes a las de generaciones previas? ¿Cómo enseñamos a los estudiantes a pensar de forma crítica y creativa en un contexto donde la información, datos y redes sociales son parte de la vida cotidiana? ¿Cambia el rol de el/la docente en relación a estudiantes que crecen en contextos digitales, además de presenciales?

Estas son algunas de las preguntas que han conducido parte de la investigación de quienes nos dedicamos a entender los cambios digitales en educación. En particular, el interés ha estado puesto en comprender los cambios culturales que ha implicado la digitalización de la sociedad, las características de las nuevas generaciones de estudiantes y el papel que han tenido las instituciones educativas y las políticas públicas en la alfabetización digital de las nuevas generaciones.

A través de esta investigación hemos podido constatar, por ejemplo, que gran parte de los y las estudiantes chilenos, a pesar de nacer y crecer usando tecnologías digitales, no tienen las habilidades para aprender adecuadamente en este ambiente y que, como en otros ámbitos de desempeño, existen brechas según su origen socioeconómico y cultural. Ello indica que, en vez de reducirse las desigualdades con el uso de tecnologías en la escuela, éstas terminan por reproducirse en los entornos digitales mostrando la importancia de que el sistema educativo cumpla un rol más efectivo en el desarrollo equitativo de las habilidades digitales de los estudiantes.

Esta evidencia muestra que nuestro país ha reaccionado lento en responder a los desafíos educativos que implica la digitalización de la sociedad. Este problema ha quedado patente con la situación actual de pandemia, donde quienes se encontraban más incluidos digitalmente han podido sortear de mejor manera los desafíos de aprender y enseñar en ambiente digital. Con esto, le hemos fallado de alguna manera a los niños y niñas de nuestro país, ya que la escuela es responsable de preparar para el mundo de hoy y del mañana, lo que implica reconocer los cambios culturales.

Las nuevas tecnologías no sólo moldean e influencian la manera como las asignaturas son aprendidas; pueden también afectar lo que los estudiantes saben y las habilidades que necesitan, para dominar conceptos y resolver problemas vinculados a las asignaturas.

Por ejemplo, en Lenguaje, la lectura se ve transformada por la multimodalidad digital, generando nuevos formatos de texto, objetivos de lectura y maneras de interactuar con la información.

En Historia, la búsqueda de fuentes es replanteada por las nuevas posibilidades de almacenaje digital y también por la gran cantidad de información y fuentes a las que se puede acceder en Internet.

En Ciencias y Matemática, la búsqueda de información, el análisis de datos y diferentes formas de representación y simulación van abriendo nuevas posibilidades y generando nuevas prácticas. En artes visuales, como también en ciencias y matemática, las tecnologías de simulación 3D y fabricación permiten la creación y producción de objetos y nuevas tecnologías para la solución de problemas. Excluir a estudiantes de estas posibilidades y capacidades es de alguna forma excluirlos de la sociedad actual.

Considerando lo anterior, es importante que la escuela asuma que lo digital es parte de la vida cotidiana de la mayoría de los niños, niñas y adolescentes fuera de la escuela. Reconocer esto implica no sólo preocuparse de dar acceso, sino también definir una postura pedagógica frente a los usos digitales e implementar actividades acordes con ellas.

Crédito: PXHere/Creative Commons

Para ello no basta con incorporar algunas herramientas y habilidades digitales de manera marginal en el currículum como se ha hecho en Chile hasta ahora. Redes sociales, teléfonos móviles y otras tecnologías contemporáneas al ser parte del contexto social y cultural son nuevas formas de mediar y representar al mundo y en este sentido nuevas formas culturales (Buckingham, 2015).

De esta manera, es necesario incluir en el currículum una alfabetización digital que permita a los estudiantes no sólo aprender a usar estas tecnologías sino comprender su funcionamiento y las implicancias que tienen en los distintos ámbitos de su aprendizaje y de sus vidas. Junto con ello, es fundamental apoyar el desarrollo de capacidades directivas y docentes para conducir procesos educativos en este nuevo contexto. Esto implica entender la organización escolar y la práctica docente en relación con las nuevas características y experiencias digitales de los estudiantes y a la luz de esto, replantear la fuente de su autoridad, sus objetivos disciplinarios y sus metodologías de enseñanza.

En síntesis, un desafío fundamental hoy día es cómo organizamos la enseñanza para garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes tengan el acceso adecuado a las oportunidades digitales y cómo los preparamos y acompañamos para que las puedan aprovechar de forma positiva para un sano desarrollo personal y social. Es de esperar que la experiencia de la pandemia nos haya ayudado a tomar conciencia de que esta no es una problemática del futuro, y que es urgente diseñar políticas educativas más efectivas en preparar a todas y todos los estudiantes para el mundo de hoy.

* Académica de la Facultad de Educación de la Universidad Católica

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