Terremoto de Aysén de 2007, fallas corticales y la urgencia de mejoras normativas


El 21 de abril de 2007, un terremoto superficial de magnitud 6,2 causó grandes deslizamientos de roca de varios millones de metros cúbicos cada uno, que se metieron violentamente en el mar generando un tsunami local que impactó fuertemente las riberas aledañas del fiordo Aysén, dejando como resultado diez personas fallecidas y daños en infraestructura.

Si bien este terremoto fue el mayor en magnitud, ocurrió en el marco de un enjambre sísmico, con cientos de sismos generados desde enero y durante los meses siguientes, muchos de ellos sensibles para la población de Puerto Aysén, Puerto Chacabuco y alrededores; de hecho, la actividad sísmica prosiguió durante buena parte de ese año.

Desde su inicio el 10 de enero de 2007, el enjambre sísmico incluyó 5 terremotos corticales de magnitud moderada, nucleados a profundidades menores que 9-10 km en la corteza continental: el 28 de enero (Magnitud 5,2), el 3 de febrero (Magnitud 5,3), el 23 de febrero (Magnitud 5,7), el 2 de abril (Magnitud 6,1), y el 21 de abril (Magnitud 6,2), siendo este último el causante de los grandes deslizamientos y tsunami en el fiordo Aysén.

El origen de la sismicidad, y por lo tanto la consideración de posibles escenarios de riesgo para la población, fue altamente incierto en ese momento. Esta incertidumbre tuvo efectos directos en la comunicación del riesgo a la población, lo cual incrementó la angustia causada por los constantes temblores que afectaban la zona y sacudían especialmente el suelo de Puerto Aysén.

Sin embargo, gracias a cinco estaciones sismológicas instaladas por el entonces Servicio Sismológico de la Universidad de Chile en la región, junto al despliegue de redes temporales locales de monitoreo instaladas en colaboración internacional, se ha podido avanzar notablemente en el conocimiento de las causas de este episodio sísmico, con varios estudios sismológicos y geológicos desarrollados en la zona.

Gracias a observaciones de geología y geofísica marina, junto al reanálisis de datos sismológicos, en el estudio de Angelo Villalobos y colaboradores, hemos podido entender que el enjambre sísmico fue causado por la activación de varias fallas del sistema Liquiñe-Ofqui, dentro de las cuales una de ellas, la Falla Punta Cola, habría generado el terremoto cortical mayor (Mw6,2), quedando otras aún sin romper y con potencial sismogénico, como las fallas Río Cuervo y Quitralco.

Lo anterior evidencia la relevancia del monitoreo sismológico y el estudio específico de las fallas corticales para dilucidar cuáles de ellas son activas y tienen potencial sismogénico, tal como la Falla San Ramón en Santiago, junto a otras en nuestro país.

Al respecto, es destacable que luego del episodio sísmico de 2007 en Aysén, el Gobierno de entonces decidió iniciar el incremento de las capacidades de vigilancia y emergencia, resultando lo que hoy es el Centro Sismológico Nacional en estrecho vínculo con la Onemi. Pero, junto con eso, urge incrementar también las capacidades de monitoreo de las fallas corticales a nivel nacional, tal como se ha hecho recientemente en el caso de Falla San Ramón, gracias a lo cual es posible determinar con mayor precisión el origen de la sismicidad en la Región Metropolitana.

Más importante aún, el mayor conocimiento que ahora disponemos sobre el terremoto de Aysén de 2007, refuerza la necesidad de mejorar la normativa sísmica y la planificación territorial, entre otros, de modo tal que se considere la posibilidad de terremotos y ruptura en superficie de fallas corticales, que si bien tienen baja o muy baja probabilidad de ocurrencia, pueden generar impactos y efectos localmente mayores que los terremotos de subducción, tal como en este caso.

En esta materia, la seguridad de la población no debiese ser una cuestión de probabilidad, y es importante normar el desarrollo y más aún la posibilidad de urbanización de áreas sujetas a posible ruptura en superficie por terremotos en fallas activas, con decisiones fundadas en el conocimiento científico como también en la participación de la comunidad.

Profesor, Geología, Universidad de Chile

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