Columna de Ascanio Cavallo: El recochineo

La oposición debe saber que no gana mucho acusando al gobierno de comportarse de manera antihumanitaria si al mismo tiempo no desarrolla una manera eficaz de reducir el temor interno, una manera que no se limite a calificarlo de irracional o de fóbico, que no descanse en la lenta pedagogía social. De otra manera se irá ensanchando en Chile una fisura etnocultural nueva, además de la que ya existe con el mundo mapuche, de la cual podría no diferir demasiado.



La descoordinación, desorden, desencuentro o como quiera que se llame que vivió el gobierno con la suscripción del pacto migratorio promovido por la ONU es un golpe de sarcasmo para la política exterior chilena. Un papelón, que es la palabra que se utiliza cuando una decisión en curso de la diplomacia es pública y mundialmente revertida por la opinión de otro sector del gobierno. En este caso es evidente que la Cancillería -con razón o sin ella, no es esa la cuestión- no había verificado la opinión del Ministerio del Interior, a pesar de que es este el que lidera el debate sobre la nueva ley de extranjería que se lleva a cabo en el Congreso.

Por lo que se sabe, la Subsecretaría de Relaciones Exteriores había emitido un informe jurídico favorable al pacto, subrayando su carácter no vinculante; mientras que la Subsecretaría de Interior y Extranjería habían suscrito otros informes contrarios a firmarlo, al menos en esta etapa del trámite multilateral. Estos documentos siguieron rutas perfectamente paralelas hasta que chocaron, casi por accidente, el sábado 8, en la jornada de planificación del año 2019 que el Presidente convocó en Quillota. Para entonces, la delegación diplomática chilena ya estaba en Marruecos, lista para asistir a una sesión en la que, según la costumbre, no se vota, sino que se adopta un acuerdo por aclamación.

Estas circunstancias hacen muy dudoso que el gobierno haya adoptado su decisión mirando las encuestas, que desde la muerte de Camilo Catrillanca vienen a la baja. No: la resolución de Quillota sugiere torpeza pura y dura. Y un severo amateurismo de las autoridades de la Cancillería, donde existe la norma consuetudinaria de no pasar a llevar los asuntos que lleva el gobierno interior y verificar con cuidado su opinión cuando existen áreas grises.

Sin embargo, sí es cierto que la contención de la inmigración tiene una alta popularidad, con cifras que -según los sondeos reservados- se elevarían sobre el 70%. La Moneda tiene siempre un ojo estrábico puesto en las encuestas, pero también tiene un punto fuerte al sostener que lo que el pacto establece, los derechos y condiciones de la inmigración, está en plena discusión en los órganos democráticos del Estado chileno. Firmar una declaración para después condicionarla es un poco más feo que postergar el juicio.

La oposición ha tenido la exquisita oportunidad de recochinearse en la desprolijidad diplomática del gobierno. Pero haría bien en tomarse en serio lo que estos números significan. Entre otras cosas, porque la experiencia histórica es abrumadora. Todas las naciones que han vivido fenómenos migratorios han sufrido severas tensiones internas y todavía no basta con decir que "todos somos inmigrantes" para motivar la solidaridad general. Nueva York creció con una lucha feroz, no entre nativos y extranjeros, sino entre irlandeses, italianos, judíos y chinos, que solo se disputaban por quién llegó primero. El drama de Palestina casi se sintetiza en los mismos términos. Aun hoy, en la banlieue de París se libran batallas entre los africanos francoparlantes y los árabes llegados a última hora, y qué decir de las tiranteces de Escocia, Cataluña o Italia del norte.

Los trabajadores chilenos menos calificados son los que sienten las mayores amenazas. Cualquier aumento en el desempleo, cualquier caída de los salarios, cualquier accidente económico será cargado a la cuenta de la inmigración. Antofagasta lleva ya años tensionada por grupos organizados que se proponen expulsar a los inmigrantes colombianos. En núcleos religiosos importantes hasta se ha expandido la amenaza de que ¡aumentará el sida! Aunque quizás nada ha hecho más por la causa xenófoba que las imágenes de cientos de haitianos transportados en charters irregulares que aterrizaban por las noches en Pudahuel sin que el gobierno de entonces dijera ni mus.

Esta es yesca seca para el populismo nacionalista. El gobierno de Piñera puede haber descubierto que recupera algunos puntos de popularidad imponiendo ciertas restricciones y creando algunas categorías como lo "regular" y lo "irregular", pero es evidente que los pescadores de este río revuelto están mucho más a su derecha.

La oposición debe saber que no gana mucho acusando al gobierno de comportarse de manera antihumanitaria si al mismo tiempo no desarrolla una manera eficaz de reducir el temor interno, una manera que no se limite a calificarlo de irracional o de fóbico, que no descanse en la lenta pedagogía social. De otra manera se irá ensanchando en Chile una fisura etnocultural nueva, además de la que ya existe con el mundo mapuche, de la cual podría no diferir demasiado.

Otra vez en esto el país carga con sus propias imágenes. Si por primera vez en su historia se ha convertido en un polo de atracción para la migración, no es solo porque Maduro se dedica a repudiar a los venezolanos ni porque Trump tiene clausuradas las puertas del Caribe, sino porque ha proyectado la idea de que en estas comarcas hay trabajo, bajos índices comparados de criminalidad y una vida un poco mejor.

Todas las señales conocidas sugieren que la inmigración será un problema por a lo menos los próximos 20 años y que no existe para ello ninguna solución papanatas. La clase política demostraría su capacidad de ser responsable -sin dejar de hostigar al gobierno, al actual o a cualquiera, como es propio de la oposición- construyendo un acuerdo que, junto con cerrar paso al ultrismo, haga de Chile la nación multiforme que hasta su geografía le exige.

Mientras tanto, que siga el boxeo por el pacto migratorio: puede ser un buen ejercicio para empezar a discutir el fenómeno migrante con menos bobería y menos olimpismo.

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