Catalina Fierro: "Maquillé a un presidente para su foto oficial"

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Crédito: Marcelo Segura.

"Le limpié la cara, le puse la crema y me preguntó si estábamos listos. Ahí me di cuenta de que quería que fuera corto, que no estaba muy interesado en la parte del maquillaje. Me dije, tengo que ser eficiente, Sebastián Piñera quiere que esto sea rápido."


Soy profesora y jamás soñé con ser maquilladora. Trabajé cinco años en un colegio hasta que nació mi primer hijo. Ahí se produjo un quiebre, porque trabajar muchas horas, llegar a la casa a corregir pruebas y ser mamá, como tenía pensado, era incompatible. Comencé a ver programas como No te lo pongas, de Discovery Home&Health, donde una maquilladora con muy poco lograba un impacto súper positivo en las personas. Decidí entonces estudiar maquillaje.

Como tenía poco tiempo, tomé un curso intensivo de dos semanas. Eso me permitió maquillar a novias, lo que hice por cuatro años. Luego viajé a Nueva York a tomar clases de maquillaje para cine y televisión.

Maquillando novias conocí a un fotógrafo, Marcelo. Nos fuimos conociendo y admirando nuestros trabajos: yo maquillando; él sacando fotos. En 2015, muy segura de mi trabajo, abrí una academia. Dejé a las novias y me enfoqué 100% en la escuela. Aproveché de juntar mis dos profesiones haciendo clases de maquillaje.

Estuve dos años encerrada con las clases, hasta que en marzo pasado Marcelo me escribió por Instagram. Me pidió el número para hacerme una invitación importante. Me dijo que debía sacarle fotos y maquillar a alguien bien importante. Le dije que ya no maquillaba, pero que le podía recomendar a alguien. Él insistió en que debía ser yo. Ahí me dijo que las fotos eran para Sebastián Piñera.

Al principio me reí a carcajadas. Marcelo me explicó que era para la fotografía oficial. Ahí lo encontré más interesante, porque yo decía: ir a maquillar a un hombre es fome porque es sólo tapar ojeras, ponerle base y polvo. Aquí era distinto.

Le corté a Marcelo y le conté a mi marido, quien se mató de la risa. Me pasé mi rollo de que si lo iba a maquillar iban a pensar que me gusta y a mí no me representa ese sector político. Mi marido me dijo que era una pega súper entretenida y una historia buena para contar. Le encontré la razón y me relajé.

La noche antes de la sesión busqué fotos de él donde se veía bien. Noté que sus cejas se habían ido con los años y anoté que era importante resaltarlas. Me preocupé de las ojeras y que las arrugas se vieran lindas. Resolví antes qué iba a hacer en la sesión. Marcelo me anticipó que a Piñera no le gustaban las imágenes de su primera foto oficial. Debe ser fome entrar a todas las oficinas y ver una foto que no le gusta.

Llegué con Marcelo a las siete de la mañana. Instalé mis cosas donde iba a ser la primera foto y me quedé esperando, muy nerviosa. Me tiritaban las manos. Le había preguntado a Marcelo si podía tutear al presidente y me dijo que había que tratarlo de usted. Cuando entró, le dije 'Buenos días, presidente' y le di la mano. Se sentó, fui a buscar una cosa y me dijo: No me saludó, le faltó el beso'. Fue su forma de romper el hielo.

A las 9:30 pude maquillarlo. Le limpié la cara, le puse la crema y me preguntó si estábamos listos. Ahí me di cuenta de que quería que fuera corto, que no estaba muy interesado en la parte del maquillaje. Me dije: tengo que ser eficiente, Sebastián Piñera quiere que esto sea rápido.

Para no maquillarlo tanto, llevé unos parches que ahora se usan un montón; si ves a la Vesta Lugg o a la Kel Calderón, ellas se graban con los parches de las ojeras porque los encuentran chistosos, pero para un hombre no. Entonces le dije: 'Mire, le voy a poner unos parches milagrosos para no maquillarle tanto las ojeras, que es lo más marcado de su rostro'. Ahí nos reímos todos porque era una imagen divertida.

Después de eso entendió que iba a estar unos 10 o 15 minutos mínimo conmigo. Mandó a buscar a la nieta, a la que tomó en brazos. El resto fue regaloneando con su nieta y con el celular en la mano. Igual cada vez que le pedía que mirara para arriba, él miraba para abajo. No me salió nunca el "usted", y lo tuteaba. Yo pensaba: error, error.

Terminamos el maquillaje y subimos a su oficina a hacer la sesión de fotos. Ahí me di cuenta de que era peor que una sesión de mujer. Había tres trajes, uno azul, uno negro y uno gris oscuro; tres camisas y millones de corbatas. Sus asesores querían darle un estilo nuevo; si es su segundo gobierno, no podía ser lo mismo que el primero en el que marcó mucho con el rojo, el reloj rojo, las chaquetas rojas, etc. Algo que no pudieron sacarle fue su pin, la banderita que va en la solapa. Le intentaban explicar que el pin más la banda era mucho, pero se lo dejaron.

Encontré que era súper tranquilo. La inquietud y los tics le dan cuando está incómodo. Entonces yo veía que cuando le pedían que usara la corbata que no quería, empezaba a arreglarse la camisa, la chaqueta y se incomodaba.

Se supone que yo tenía que peinarlo, pero ahí me di cuenta que el pelo de Sebastián es sólo de Sebastián. Él me dijo: no, no, no, yo me peino. Fue al baño y volvió peinado. Durante la sesión de fotos tenía un pelo parado atrás, cuando le dijeron que se lo iban a arreglar, de nuevo dijo que lo haría solo. Fue a buscar un cepillo a su baño, volvió y pidió un espejo. Mi pega era echarle agua a su cepillo mientras él se peinaba.

La idea de esta fotografía de su segundo gobierno era mostrar a un hombre más maduro, con más experiencia. No se debía ver joven, ni refrescante, ni nada de eso. Se tenía que ver un hombre maduro, las arrugas marcadas, porque parece que en la primera foto hubo más retoque digital del que esperaban. Por eso la foto que ahora escogieron es dónde se marca más el contraste del rostro.

No le había contado a nadie de esto, sólo a mi marido. Entonces cuando salí le mandé un audio de WhatsApp a mi familia, diciéndoles 'adivinen a quién maquillé hoy'. Les mandé una foto de la oficina y un cuñado adivinó. Algunos no me creían, pero no me iba a sacar una selfie con el presidente.

Igual fue controversial cuando le conté a mi familia, porque en ella sólo uno había votado por Piñera. Pero todos entienden que fue una pega buena, un maquillaje para la foto oficial. Apenas lo abrí al círculo de amistades, me preguntaron '¿por qué fuiste?'. Mi respuesta siempre es '¿y por qué no?'.

Cuando la gente me cuestiona por qué fui a maquillar a Piñera, las pocas personas que lo han hecho, lo he encontrado absurdo. Yo no tengo un color político, vivo en la comunidad ecológica, no tengo televisión, no pesco el diario y no vivo enrollada con quién va a salvar al mundo.

Creo que, con el tiempo, uno como maquilladora va haciendo una recolección de experiencias y después, cuando las compartes, es súper entretenido. Maquillar a Sebastián Piñera fue un hito en ese sentido: maquillé al presidente para su retrato oficial. Esas experiencias enriquecen mi academia de maquillaje. En este momento tengo dos cursos de alumnas y en uno hay una clase de maquillaje masculino; y es mucho más significativo ahora que les puedo contar esta experiencia entretenida.

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