Científicos de las universidades de Barcelona (España) y Gante (Bélgica) descubrieron huellas geológicas de los terremotos y tsunamis que han afectado a la región de Aysén, en el sur de Chile, desde hace 9.000 años, lo que permitió hacer el primer registro paleosísmico de la zona.

La investigación, que contribuirá a mejorar la evaluación del riesgo sísmico en una zona muy afectada por estos fenómenos naturales, fue dirigida por Galderic Lastras, profesor e investigación de la Universidad de Barcelona (UB), y Maarten van Daele y Katleen Wils, del Centro Renard de Geología Marina de la Universidad de Gante.

El trabajo, que publica la revista "Journal of Geophysical Research", permitió elaborar el primer registro paleosismológico de la Zona de Falla de Liquiñe-Ofqui (LOFZ), una megaestructura geológica de 1.000 kilómetros de longitud que atraviesa el sur de Chile y que está relacionada con la actividad sísmica y vulcanológica del país.

Lastras, jefe de la campaña oceanográfica DETSUFA que cartografió la geología de los deslizamientos submarinos en Aysén, destacó que es una región "de peligro sísmico", con volcanes activos, como el Macá, el Hudson y el Mentolat, y relieves escarpados que pueden amplificar los efectos de los fenómenos geológicos más violentos.

El fiordo de Aysén, atravesado por un gran sistema de fallas, es un modelo para estudiar procesos geológicos, sismos y tsunamis que son una amenaza para la población, como la crisis sísmica de 2007.

El sismo principal de esta crisis (de magnitud 6,2) causó decenas de deslizamientos y un tsunami, con víctimas mortales y daños importantes en piscifactorías.

"Este fiordo, además, está próximo al límite de convergencia entre las placas tectónicas Sudamericana y de Nazca, una zona de subducción sísmicamente muy activa que genera terremotos de gran magnitud", advertió Lastras.

Cuando se produce un terremoto, los taludes de las montañas que rodean el fiordo de Aysén se pueden desestabilizar y las masas de tierra y piedras pueden desprenderse, caer por las pendientes y causar así tsunamis locales con gran riesgo para la población, ya que el tiempo para avisar es muy corto.

La huella geológica de los deslizamientos está acumulada en el fondo del fiordo y separada por los sedimentos fluviales, unos materiales que quedan enterrados y que se pueden localizar usando métodos geofísicos.

Los investigadores recuperaron testigos de sedimento que les permitieron datar los deslizamientos mediante análisis de radiocarbono de la materia orgánica contenida en el sedimento y análisis geoquímicos de cenizas volcánicas.

Esos datos les permitió elaborar el primer registro paleosísmico de la Zona de Falla de Liquiñe-Ofqui, un avance importante para mejorar la evaluación del riesgo sísmico en la región.

En concreto, el estudio identificó la señal de diez terremotos en el fiordo de Aysén -incluyendo el más reciente, de 2007-, aunque el número de episodios violentos es seguramente superior ya que no todos los terremotos causan un desprendimiento significante, señalaron los científicos.

Según el trabajo, seis de los sismos ocurrieron durante los últimos 9.000 años, mientras que los cuatro restantes son aún más antiguos.