Jordi Castell

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Jordi es fotógrafo y conductor de TV. Enfrentó la separación de sus padres cuando tenía dos años y luego sufrió violencia de su padrastro. Su abuelo materno ocupó el rol de padre. Falleció en abril pasado.


Buo:

Nunca te había escrito una carta, hasta ahora.

Tampoco nunca te dije con palabras lo que sentí durante nuestra vida juntos. Será quizás porque me enseñaste de chico a no demostrar los sentimientos en forma verbal. No llorar en público, no usar términos como decirle a alguien cuánto lo quieres. Eso sí, los saludos y las despedidas de los domingos, incluso cuando había viajes de por medio, eran abrazos donde me apretabas tan fuerte que es cuando más sentía el olor de tu cuello y de tu ropa.

Otro secreto inconfesable es que siempre planifiqué cada tema de conversación que puse y, lógico, sabía que te iba a interesar. Al punto de repasar la precisión de las preguntas. Todo para escucharte más rato y mientras respondías ver qué palabras usabas para sumarlas a mi vocabulario y así convencerme que maduraba, que me instruía o que estaba siendo un poco más culto, como siempre me lo exigiste.

Ahora que no estás desde hace un par de meses, me las arreglo para nombrarte varias veces al día. Para lo que sea con tal de sentir que estás aquí y la razón es tan simple: te quise más que a nadie.

Tampoco te conté que por momentos no quise seguir viviendo ni me quedaban fuerzas cuando volví de tanta violencia, abusos y vacíos de una adolescencia áspera que estaba viviendo. Una vez más me recogiste, ya por tercera vez en lo que iba del camino, y me obligaste a no apoyar los codos sobre la mesa, a tomar bien los cubiertos, leer la editorial del diario cada día, enorgullecerme de mis raíces y estudiar una carrera. Con ese carácter de árabe machista que con sólo mirarme fijo y no dirigirme la palabra, me explicabas que estabas educándome.

Mientras todos hoy saludan a sus padres, yo celebro a un abuelo que cuando le tocó recibir a este niño y lo convirtió sin condiciones en otro hijo más. Celebro que mi vida fue mejorando con los años y empecé a entender que mientras maduraba y me hacía hombre, era más fuerte, ejemplar y sólida tu presencia en mi vida. Celebro solo y en silencio, en cualquier rincón que nadie me vea, obvio, que cada lágrima que caiga es por la alegría de haber tenido un papá así.

Tus valores, los ejemplos, los vasos de vodka juntos y las discusiones de política. Olvídate que voy a dejar de nombrarte. He decidido sentir que vas a estar siempre presente, aquí al lado. Como siempre estuviste.

Tanto que te quise.

Jordi

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