Rafael Gumucio

Imagen gumucio2

El escritor es hijo del historiador Rafael Gumucio Rivas, quien hoy tiene 77 años.


Papá:

Creo saber casi todo sobre ti, y sé que en el fondo no sé nada. Conozco tus idas y venidas, lo que lees, el rosario infinito de obsesiones que te toman por un tiempo y que dejas tan bruscamente como te toman. No sé muy bien por qué haces o no haces las cosas. Te he visto sorprenderte cuando intento inventarte razones, como un niño se sorprende ante un cristal de color raro. Te fascinan las ideas tanto que no creo que te guste encarnarlas en actos, en gestos. Haces las cosas como cuando eras niño y escapabas del colegio de lunes a jueves, porque no puedes dejar de hacerlo. Lees, haces bicicleta fija, escribes artículos así también, de manera compulsiva e irreprimible, sin pensar nunca en que puedan ser parte de una obra mayor, de un proyecto. Creo que nunca has tenido esa idea o creo que a veces luchas contra esa idea que no puede no haber asomado en ti.

Para bien y para mal eres libre, papá. Yo creo que esa libertad ha sido muchas veces una cárcel, pero es lo único que ha permanecido en ti siempre; tu escapada del colegio de lunes a jueves que, misteriosamente, gracias a los esfuerzos de mi abuela, no tuvo castigo esperado; la magia de pasar de curso sin dar pruebas ha sido la marca de tu vida; y las mentiras sobre dónde estabas que nadie se dio el esfuerzo de desmentir. Viajaste por Américo Vespucio recién construida, rodeando la ciudad como has rodeado todo; la universidad, el matrimonio, la política, la paternidad. Ni afuera ni adentro, escapaste de todos los que quisieron domesticarte, neutralizarte, explicarte. Eso me incluye a mí y a Ignacio también.

Papá, yo compartía contigo un nombre. Peleé porque fuera sólo mío. Apenas te resististe. Me dejaste tu herencia en vida que no es otra cosa que ese nombre y tu leyenda, la vida en África, Maracaibo, Bogotá y Orly. No hiciste nunca aspaviento de lo que regalabas, porque era también un peso que perdías, una libertad que te dabas para ir, ¿dónde?, no sé si nadie se haya creído más a fondo esa mentira de que se nace solo y se muere solo. Naciste rodeado de gente y morirás, seguramente, rodeado también de ese amasijo de tribus que es Chile. Entre ese nacimiento y esa muerte fuiste entre hijos, esposas, familiares, amigos, formidablemente solo. O quizás más que solo, incomparable.

No te pareces a nadie, aunque cualquiera que nos vea juntos no puede dejar de decir que nos parecemos fatalmente. Yo he creado, es cierto, esa distancia que no sé como deshacer, pero lo hice para salvarme quizás de esa soledad incomparable y ser el padre de mí mismo. Quizás era un trabajo inútil, papá, porque te tengo, al otro lado de todo lo que todavía no sé de mí mismos, tengo tu sombra para protegerme cuando el sol es demasiado fuerte.

Eso espero algún día.

Rafael

Para revisar los demás artículos de este especial pulse aquí.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.