Qué duda cabe




USANDO UNA frase típica de Ricardo Lagos E., qué duda cabe, las cosas han resultado más difíciles de lo previsible. Cuando el expresidente dio cuenta pública de su voluntad de encabezar una candidatura con miras al 2017, lo hizo entre otras consideraciones, porque su nombre surgía como una alternativa atrayente entre los dirigentes de diversos partidos de la centro izquierda. "Solo Lagos puede ayudar a ordenar esta coalición", "se requiere de un liderazgo claro", eran frases que se escuchaban, más de alguno hoy las negará o a lo menos las matizará.

Me inscribo entre aquellos que sostienen lo anterior, y en especial entre aquellos que lo siguen sosteniendo más allá de lo dificultoso que ha terminado siendo el camino. Sin duda, las características políticas y personales del ex primer mandatario parecen ser bienvenidas para afrontar con posibilidades reales de éxito el desafío de reposicionar a nuestro país en el camino del crecimiento, entendido éste como una condición esencial para seguir avanzando en la construcción de una sociedad más justa, de mejores y mayores oportunidades donde la cuna donde tocó en suerte nacer no marque el destino.

Pero también hay otra razón potente que justifica con creces persistir en esta opción. En efecto Lagos asegura como nadie de los que marcan alguna opción, la posibilidad de cautelar una alianza política de centroizquierda, que siga rompiendo con el riesgo de los tercios, que le otorgue al país gobernabilidad, que le permita al país avanzar con gradualidad. Si esa ecuación vuelve a fundarse en los pilares esenciales, aunque no necesariamente exclusivos, de la social democracia y el social cristianismo, Chile está en condiciones -porque las bases económicas y sociales aún son robustas- de repensarse en el ritmo que tenía y que la Nueva Mayoría no ha sabido cuidar en su integridad. Lagos es uno de los principales actores de este cuarto de siglo en donde el ingreso promedio de los chilenos se multiplica por más de cuatro veces (no hay en nuestra historia otra generación que pueda dar cuenta de aquello), el mismo cuarto de siglo en que el porcentaje de la pobreza cayó de un 40% al 10% de la población.

Si su precandidatura o candidatura vence los obstáculos que inesperadamente se han ido instalando, puede volver a convocar la participación de muchos que por cierto aspiran a una sociedad más justa, de menores privilegios, de una cancha más pareja, pero que -estimo- descreen de las soluciones rotundas y simplistas.

Amparado en el muy buen artículo que publicara recientemente en el Diario El País el profesor de filosofía política, Daniel Innerarity, evitemos (Lagos lo puede hacer) que "nuestro sistema político se convierta en impotente ante quienes ofrecen una simplificación tranquilizadora". Hay que promover una cultura en que los planteamientos matizados no sean castigados sistemáticamente con la desatención o el desprecio.

Que no nos pase lo que ocurrió a los ingleses en junio pasado, no corramos el riesgo de elegir a alguien que no le gusta hablar de límites, de responsabilidad fiscal, que les habla a las encuestas, que habla siempre en sede de candidatura, y que si gana, ahí se verá como la hacemos, como dice el autor español citado: "¿Cómo evitar que sea tan rentable electoralmente la simpleza y mero rechazo? Porque son tan poco reconocidos valores políticos como el rigor o la responsabilidad: Solo una democracia compleja es una democracia completa".

El suscrito es militante de la DC, partido que aún no define ni candidato, ni instrumento para su selección. Yo espero sus autoridades principales lo hagan con mucha honestidad y pensando antes que nada en Chile.

Lo mismo espero de los partidos donde Lagos milita, y luego, por el bien de Chile.

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